Varias tendencias se han manifestado en torno al modo de interpretar el Apocalipsis. En primer lugar, se ha discutido entre interpretación literal o simbólica. Si el mismo libro propone símbolos y su significado, hay que optar por la interpretación simbólica. Pero una cosa es el símbolo como imagen o sistema de imágenes, es decir, como medio de expresión, y otra el carácter de la obra en su conjunto. Esta formula un mensaje claro; no habría podido confortar a las comunidades perseguidas si el significado global hubiera sido nebuloso.
Otra alternativa se ha presentado: interpretación lineal histórica del libro, o bien cíclica y espiritual. Es decir, ¿pretende el libro presentar en clave simbólica una sucesión de los acontecimientos desde los tiempos del autor hasta el fin del mundo?, o bien, ¿indica los principios generales por los que ha de interpretarse continuamente la historia humana? Todas las tentativas por encontrar el hilo de la historia se han demostrado artificiales. Por otra parte, no hay que negar que el autor tiene delante acontecimientos bien concretos. Se trata, pues, de una visión de la historia ocasionada por los hechos de su época, pero que al descubrir el trasfondo de la lucha histórica contemporánea, proporciona una clave de interpretación válida para la historia en su conjunto. Podría decirse que el designio de Dios, que Juan ha actualizado en la sangrienta oposición entre los fieles de Jesús y el Imperio romano, es sólo un episodio en la lucha mucho más duradera que Dios conduce contra el orgulloso poder humano.
La duración de la historia es mayor de lo que aparece en el libro, pero su problema de fondo es el mismo. Siguiendo la línea profética del AT, ha querido expresar la gloria del Mesías y su victoria sobre las potencias de este mundo.
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