miércoles, 13 de octubre de 2010

EPÍLOGO. El ángel, Juan y Jesús autentican el libro. Ap 22,6-21.

6 Me dijo: "Estas palabras son dignas de fe y verdaderas". El Señor Dios que inspira a los profetas envió su ángel para que mostrase a sus siervos lo que tiene que suceder en breve.
7 "Voy a llegar en seguida, dichoso el que hace caso de la profecía contenida en este libro".
8 Soy yo, Juan, quien vio y oyó todo esto. Al oírlo y verlo caí a los pies del ángel que me lo mostraba, para rendirle homenaje,
9 pero él me dijo: "No, cuidado, yo soy tu compañero de servicio, tuyo y de tus hermanos los profetas y de los que hacen caso de las palabras de este libro; rinde homenaje a Dios".
10 Él me dijo: "No selles el mensaje profético contenido en este libro, que el momento está cerca.
11 El que daña, siga dañando; el manchado, siga manchándose; el honrado, siga portándose honradamente; el consagrado, siga consagrándose".
12 "Voy a llegar en seguida, llevando mi recompensa para retribuir a cada uno conforme a la calidad de su trabajo.
13 Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin".
14 "Dichosos los que lavan su ropa para tener derecho al árbol de la vida y entrar por las puertas de la ciudad.
15 Fuera los perros, los hechiceros, los lujuriosos, los asesinos, los idólatras y todo amigo de cometer fraudes".
16 "Yo, Jesús, envié mi ángel para que os declarase esto acerca de las iglesias. Yo soy el retoño y el linaje de David, el lucero brillante de la mañana".
17 Dicen el Espíritu y la esposa: "¡Ven!"
Dida el que escucha:¡Ven!"
Quien tenga sed, que se acerque; el que quiera, coja de balde agua viva.
18 A todo el que escucha la profecía contenida en este libro, le declaro yo: Si alguno añade algo, Dios le mandará las plagas descritas en este libro.
19 Y si alguno suprime algo de las palabras proféticas escritas en este libro, Dios lo privará de su parte en el árbol de la vida y en la ciudad santa descritos en este libro.
20 El que se hace testigo de estas cosas dice: "Sí, voy a llegar en seguida".
Amén. Ven, Señor Jesús.
21 El favor del Señor Jesús esté con todos.


EXPLICACIÓN.

El epílogo presenta cierta forma de diálogo, pero a menudo es muy difícil determinar quién es el sujeto que habla.

EL ángel certifica la verdad de lo contenido en el libro (cf. 21,5); que inspira a los profetas: en gr. pneuma puede significar "espíritu" o "inspiración", cf. 1 Jn 4,1-3; se trata de los profetas cristianos, bien conocidos en las comunidades; la profecía de Juan es un desarrollo de esa línea profética; lo que tiene que suceder en breve, Juan espera que el proceso de caída de los poderes descrito en el libro empiece a notarse en la historia (6).

Tres veces anuncia Jesús en este capítulo la proximidad de su llegada (cf. 22,12.20) (7). En el libro, sin embargo, no se describe una parusía final; el juicio no lo realiza el Mesías, sino Dios (20,11-15); el mundo nuevo comienza con una nueva creación (21,1.5) y la bajada desde el cielo de la nueva Jerusalén (21,2.10). El anuncio de 1,7 ha de referirse, por tanto, a un acontecimiento histórico que manifieste la condición divina (entre las nubes) del crucificado (al que traspasaron, Jn 19,34.37; Zac 12,10) y haga rectificar a los hombres (plañirán por él). Por otra parte, en 2,16 la llegada inminente concierne solamente a la comunidad de Pérgamo, para eliminar un mal; en 3,11 a la de Filadelfia, para mantenerla en su fidelidad; en ninguno de los dos casos implica la llegada el fin de la historia.

Dichoso el que hace caso, el mensaje contenido en el libro, la certeza del futuro le dará fuerzas para superar las dificultades del presente.

Juan se declara testigo de las visiones y de las palabras sobre la Jerusalén celeste; sabe que no son invención suya (cf. 1,9) (8). De nuevo el ángel rechaza el homenaje de Juan; no es más que un compañero de servicio; los profetas, los que dan testimonio de Jesús; los que hacen caso, etc.: aceptan el contenido del libro los que han comprendido y asimilado el mensaje (cf. 19,,10 (9).

No selles (10), porque el libro se refiere a sucesos contemporáneos, al contrario, en Dn 8,26. Dada la cercanía de los acontecimientos, hay que conocer sin tardanza el contenido del libro; el momento está cerca, cf. 1,3. Se van afirmando las buenas o malas opciones; no hay lugar para términos medios (Dn 12,10) (11).

Jesús anuncia por segunda vez su inminente llegada (12); la retribución no mira las disposiciones interiores, sino su traducción en la práctica, cf. 20,12s. Jesús, igual a Dios: el Alfa y la Omega, cf. 1,8; 21,6; el primero y el último, 1,17; 2,8; Is 44,6; 48,12; el principio y el fin; 21,6 (13).

Bienaventuranza: plenitud de vida definitiva; lavan su ropa en la sangre del Cordero, cf. 7,14; el árbol de la vida, 2,7; 22,2.19. Exclusión de los egoístas, injustos y falsos, cf. 21,8.27; perros, modo judío de llamar a los paganos; en el lenguaje de Juan, los que persisten en los falsos valores del paganismo (15).

Jesús confirma y hace suyo el mensaje del ángel (cf. 1,1); os declararse, a los miembros de las siete iglesias (1,4). El retoño; etc.: en él se cumple la aspiración y el ideal expresado en el AT, cf. 5,5; el lucero, cf. 2,28 (16). La insistencia sobre la autenticidad del libro hace sospechar que éste fue objeto de controversia ya desde el principio.

Anhelo de la comunidad animada por el Espíritu (cf. las conclusiones a las siete cartas, caps. 2-3); la esposa, 19,7; 21,2.9 (17). Invitación a los presentes (Diga el que escucha). Llamada universal a participar del agua viva, es decir, a encontrarse personalmente con Jesús: cf. 21,6.

El libro, intangible. La grave amenaza indica la importancia de lo escrito y el peligro de que sea alterado (18-19).

Jesús anuncia por tercera vez en este capítulo y de modo enfático () su inminente llegada. Deseo de la comunidad; Ven, Señor Jesús, el arameo Marana tha, " "Señor nuestro, ven", cf. 1 Cor 16,22 (20). Saludo final (cf. 1,4) (21).

LA HUMANIDAD EN LA NUEVA JERUSALÉN. Ap 21,24-22,5.

21 24 Se pasearán las naciones bañadas en su luz, los reyes de la tierra llevarán a ella su esplendor.
25 y sus puertas no se cerrarán de día, pues allí no habrá noche.
26 Llevarán a ella el esplendor y la riqueza de las naciones,
27 pero nunca entrará en ella nada impuro, ni idólatras ni impostores, sólo entrarán los inscritos en el registro de los vivos que tiene el Cordero.

22 1 Me mostró entonces el ángel un río de agua viva, luciente como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.
2 A mitad de la calle de la ciudad, a un lado y otro del río, crecía el árbol de la vida: da doce cosechas, una cada mes del año, y las hojas del árbol sirven de medicina a las naciones. (Ez 47,12).
3 No habrá ya nada maldito. En la ciudad estará el trono de Dios y del Cordero, y sus siervos le prestarán servicio,
4 lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente.
5 Noche no habrá más, ni necesitarán luz de lámpara o del sol, porque el Señor Dios irradiará luz sobre ellos y serán reyes por los siglos de los siglos.


EXPLICACIÓN

A la visión estática de la ciudad sucede la dinámica. Las naciones habitan la ciudad y gozan de su luz (cf. Is 60,3a); los reyes de la tierra, aliados de la fiera, que habían perecido en la batalla final (19,19-21), ceden ahora su esplendor a la ciudad; modo de significar la abdicación y el cese de todo poder, contradictorio con esta sociedad; llevarán a ella su esplendor/gloria: contra Is 49,23; Sal 72,10s, no hay humillación para estos reyes (24). Acogida permanente. cf. Is 60,19s; las tinieblas, resto, como el mar, del caos primitivo (21,1), no existirán en la nueva creación (25). La sociedad definitiva no se construirá solamente a partir de la tradición de Israel, reunirá el fruto de toda la humanidad (cf. Is 60,5) (26). Por contraste, excluye toda maldad; impuro, lo abominable para Dios, lo que se opone a su amor; idólatras (lit. "el que hace abominación", gr. bdélygma, usado para los ídolos y ritos idolátricos), los que profesan y divinizan los falsos valores; impostores, lit. "el que hace/comete falsedad". Sólo tienen lugar en ella los que se han negado a prestar adhesión a la injusticia, a los que Jesús reconoce por suyos (que tiene el Cordero) (27).

El ángel (22,1): se suple el sujeto para evitar la ambigüedad. Río de agua viva, cf. Zac 14,8; Ez 47,1-12, río que sale del templo y que hace el desierto fértil. En la nueva ciudad, el río es de agua via/vivificante, símbolo del Espíritu (Jn 7,38), y sale de Dios mismo y de Jesús; el trono, singular, condición divina de Jesús, el Hombre-Dios; luciente/brillante como cristal, se asocia al agua el tema de la luz (1). A mitad de la calle (2): la vida definitiva se realiza en el contexto social (calle/plaza) propio de la ciudad. El árbol de la vida (cf. Ez 47,12; Gn 2,9; 3,22) se multiplica a los lados del río: abundancia de vida, fruto del Espíritu, incesante (doce cosechas); las hojas, medicinas, cf. Ez 47,12; para las naciones, que, integradas en la jueva Jerusalén, se mantienen en plena salud.

Nada maldito, o bien, "maldición alguna". En la ciudad, el trono: el cielo (cf. 4,2) ha bajado a la tierra. Servicio de todos a Dios y al Cordero, considerados como uno (3). Intimidad (cara a cara, cf. Sal 17,15; 42,3); su nombre (de Dios y del Cordero) en la frente, identificación con Dios y de todos entre sí (4). Ausencia de noche, cf. 21,25; reyes (cf. Dn 7,18.27), corrige "siervos" (v.3), expresando la suprema dignidad y libertad de que gozan; por los siglos, inmutabilidad de esta condición (3). Las visiones terminan con la mención de la luz de Dios y de la dignidad del hombre.

viernes, 8 de octubre de 2010

LA NUEVA JERUSALÉN. Ap 21,9-23.

9 Se acercó uno de los siete ángeles que tenían los siete cuencos llenos de las siete plagas últimas y me habló así: "Ven acá, voy a mostrarte a la novia, a la esposa del Cordero".
10 En visión profética me transportó a la cima de una montaña grande y alta y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo de junto a Dios.
11 radiante con la gloria de Dios. Brillaba como una piedra preciosísima parecida a jaspe claro como cristal.
12 Tenía una muralla grande y alta con doce puertas; en las puertas doce ángeles y en cada una grabado el nombre de una de las tribus de Israel;
13 tres puertas daban a oriente, tres puertas al norte, tres puertas al sur, tres puertas a occidente (Ez 48,31-35).
14 La muralla tenía doce basamentos con doce nombres grabados: los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
15 El que me hablaba tenía una vara de medir de oro, para medir la ciudad, las puertas y la muralla.
16 La planta de la ciudad es cuadrada igual de ancha que de larga. Midió la ciudad con la vara y resultaron cuatrocientas cincuenta y seis leguas; la longitud, la anchura y la altura son iguales.
17 Midió la muralla: ciento cuarenta y cuatro codos, medida humana que usaba el ángel.
18 La mampostería del muro era de jaspe y la ciudad de oro puro, parecido a vidrio claro.
19 Los basamentos de la muralla de la ciudad estaban incrustados de toda clase de piedras preciosas: el primero de jaspe, el segundo de zafiro, el tercero de calcedonia, el cuarto de esmeralda,
20 el quinto de ónix, el sexto de granate, el séptimo de crisólito, el octavo de aguamarina, el noveno de topacio, el décimo de ágata, el undécimo de jacinto, el duodécimo de amatista.
21 Las doce puertas eran doce perlas, cada puerta hecha de una sola perla. Las calles de la ciudad eran de oro puro, como vidrio transparente.
22 Templo no vi ninguno, su templo es el Señor Dios, soberano de todo, y el Cordero.
23 La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero.


EXPLICACIÓN.

Como en el caso de Babilonia, la gran prostituta (17,1), es uno de los ángeles ejecutores de las últimas plagas quien muestra la Esposa a Juan; este vínculo entre las dos escenas indica que la existencia de la nueva realidad exigía la desaparición de la antigua abominación (los siete cuencos) (9).

Visión de la nueva ciudad, en todo su esplendor (10-11). SU disposición no recuerda en nada la de la antigua Jerusalén. Juan se inspira en Ez 48,30-34. Doce puertas con los nombres de las tribus de Israel, cf. Ez 48,30s. Está abierta a los cuatro puntos cardinales, a todos los pueblos, une toda la historia, el antiguo Israel en su dimensión escatológica (doce tribus) y el nuevo Israel universal (doce apóstoles). Los doce ángeles en las puertas son el anuncio de la presencia divina en el interior de la ciudad (12-14).

Enorme tamaño de la ciudad: cuatrocientas cincuenta y seis leguas de lado, algo más de dos mil doscientos kilómetros; lit. "doce mil estadios", número simbólico basado en el "doce" repetido antes, pero que, de hecho, representa mil veces más de lo que Ezequiel anunciaba para la Jerusalén reconstruida (48,16: "cuatro mil quinientos codos" de lado, dos mil doscientos cincuenta metros). Las dimensiones responden al incontable número de sus ciudadanos. La altura, igual a la longitud y a la anchura, no puede constituir una ciudad cúbica, sino más bien en forma de pirámide; la muralla tiene unos 70 metros de alto (ciento cuarenta y cuatro codos, doce por doce); medida humana (dicho sólo de la muralla): que no sobrepasa nuestra capacidad de representación (15-17).

Son notables las coincidencias entre la planta de esta ciudad y la de la antigua Babilonia; también ésta tenía forma cuadrangular, el Éufrates la atravesaba y la calle principal bordeaba el río (cf. 21,21; 22,1s). Su silueta estaba dominada por las torre o zigurat de 91 m. de alto, que le daba cierta apariencia piramidal. Parece como si la nueva ciudad asumiese en sí, rectificándolos y llevándolos a su máximo, todos los logros humanos.

La muralla es transparente (jaspe) y lo mismo la ciudad entera (oro parecido a vidrio) (18). Juan se esfuerza por describir el esplendor de la ciudad con toda clase de imágenes de pedrería, cf. Is 52,11s; las doce diferentes clases de piedras que incrustan los basamentos de la muralla pueden estar inspiradas en las del pectoral del sumo sacerdote, donde cada piedra representaba una tribu, cf. Éx 28,15-21 (19-20). También el oro de las calles es transparente como vidrio (21). Nada impide la difusión de la luz que irradia de Dios. La insistencia en el oro como material de construcción de la ciudad simboliza la excelencia y suprema calidad de esta morada de Dios con los hombres.

Juan parece haber esperado encontrar un templo, como en la visión de Ezequiel 40ss. Pero en esta ciudad son superfluos los símbolos, el contacto con Dios y Jesús es inmediato y continuo; toda claridad procede directamente de Dios (no necesita sol y luna, cf. Is 24,23; 60,19s), que habita con los hombres, y de Jesús, muerto por los hombres y resucitado (el Cordero); la gloria de Dios la ilumina, cf. Is 60,1; Ez 43,4s (22-23). En la tradición joanea, la luz es el resplandor de la vida (Jn 1,4), que, a su vez, se identifica con el amor: la ciudad está bañada por la vida de Dios y llenada por su amor, ambos presentes en Jesús.

NUEVO UNIVERSO Y NUEVA CIUDAD. Ap 21,1-8.

21 1 Vi entonces un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y el mar ya no existía.
2 Y Vi bajar del cielo, de junto a Dios, a la ciudad santa, la nueva Jerusalén, ataviada como una novia que se adorna para su esposo.
3 Y oí una voz potente que decía desde el trono:

- Ésta es la morada de Dios con los hombres;
él habitará con ellos
y ellos serán su pueblo (Ez 37,27).
Dios en persona estará con ellos
y será su Dios.
4 Él enjugará las lágrimas de sus ojos,
ya no habrá más muerte ni luto
ni llanto ni dolor,
pues lo de antes ha pasado.

5 Y el que estaba sentado en el trono dijo:
- Todo lo hago nuevo.
Y añadió:
- Escribe, que estas palabras son fidedignas y verídicas.
6 Y me dijo todavía:
- Ya son un hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al sediento, yo le daré a beber de balde de la fuente de agua viva.
7 Quien salga vencedor heredará esto, porque yo seré su Dios y él será mi hijo.
8 En cambio, a los cobardes, infieles, nefandos, asesinos, lujuriosos, hechiceros e idólatras ya todos los embusteros les tocará en suerte el lago de azufre ardiendo, que es la segunda muerte.


EXPLICACIÓN.

Visión del cielo y tierra nuevos, cf. Is 65,17. Nueva creación, definitiva, que no se opone a la antigua, pero que representa un salto cualitativo respecto a ella, en función de la nueva realidad del hombre y de su relación con Dios. No desaparece el mundo en la infinitud de Dios, se transforma en mundo de Dios, una vez eliminado todo lo que, debido a la alineación del hombre, le impedía ser transfigurado por el amor de Dios. El mar, concebido como el residuo del caos primitivo, no tiene lugar en el orden nuevo; cf. Is 51,9s (1).

Nueva visión (2). Idealmente, Jerusalén debía haber sido la ciudad cuyo centro era Dios, presente en el templo, pero había sido infiel a esta vocación; no es ella la que es glorificada. Nueva Jerusalén, cf. Is 60,1-9; 65, 18s; Ez 48,35; el prototipo de la nueva sociedad, don de Dios a los hombres, en la nueva creación; ciudad santa, santificada por la presencia divina. Como una novia: van a celebrarse las bodas del Cordero (19,7-9), símbolo de la relación de fidelidad y amor entre Jesús y la humanidad nueva.

La voz de Dios o de Jesús (desde el trono) (3-4): la ciudad misma es la morada de Dios (cf. Éx 29,45; Is 12,6; Ez 37,27; Zac 8,8), no necesitará un templo (cf. 21,22; Éx 25,8); ha terminado el misterio del santuario; la presencia de Dios no inspira temor; ellos serán su pueblo, formado ahora por hombres de todas las naciones (cf. 5,9s) (3). Amor y ternura de Dios; consuelo definitivo, cf. Is 25,8; 35,10; 65,16-19. Lo de antes, el doloroso proceso de la humanidad (4).

Por primera vez en el libro se explicita que es Dios quien habla (5); pronuncia la palabra final, que cumple su designio. Juan debe comunicarlo a las comunidades (Escribe; cf. 1,11, orden de un ángel; 1,19, de Jesús; 14,13, de una voz potente; 21,5, de Dios).

La ciudad definitiva no es una imaginación, ciertamente existirá (Ya son un hecho, cf. 16,17). Dios, al principio y al fin de la historia (el Alfa y el Omega, cf. 1,8; 22,13, de Jesús). La plenitud de vida (agua viva/vivificante, cf. Is 55,1-3; Jn 4,10.14; 7,17), don de Dios (de balde), saciará toda aspiración humana (al sediento) (6). Quien salga vencedor (7), cf. 2,7.11.26; 3,5.12.21, a semejanza de la victoria de Jesús /5,5), la del amor que se opone a la injusticia y llega hasta dar la vida; como Jesús es el Hijo de Dios, todos los que venzan tras él (cf. 12,11; 15,2) serán también hijos (cf. 2 Sm. 7,14) y, por tanto, herederos (heredará). Aviso a las comunidades: los que viven en la falsedad se excluyen de la ciudad y de la vida (8).

JUICIO UNIVERSAL Y DERROTA DE LA MUERTE. Ap 20,11-15.

11 Vi un trono magnífico y brillante y al que estaba sentado en él; huyeron de su presencia la tierra y el cielo y desaparecieron definitivamente.
12 Vi también a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante el trono de Dios. Se abrieron unos libros y abrieron luego un libro aparte, el registro de los vivos. Juzgaron a los muertos por sus obras, según lo escrito en en los libros.
13 El mar entregó sus muertos, la muerte y el abismo entregaron sus muertos, y cada uno de ellos fue juzgado por sus obras.
14 A la muerte y al abismo los echaron al lago de fuego. El lago de fuego es la segunda muerte.
15 Y a todo el que no estaba escrito en el registro de los vivos lo arrojaron al lago de fuego.


EXPLICACIÓN.

El fin de la historia es presentado por Juan como el acto creador de un nuevo universo muy superior en calidad al antiguo. Es un momento al mismo tiempo último (fin de lo antiguo) y primero (inauguración de un mundo nuevo). Pero el estado definitivo de la humanidad no supone su entrada en el mundo divino, sino la presencia de Dios en el mundo humano.

Trono esplendente, sin localización precisa, de Dios, a quien tampoco aquí se nombra; no aparecen ancianos, vivientes ni ángeles (cf. 4,2s). Termina de modo repentino (huyeron) el mundo presente (la tierra y el cielo) (11).

Juicio de todos los hombres sin excepción (grandes y pequeños): el éxito o fracaso de la vida depende de las opciones que cada uno ha hecho (por sus obras; cf. 1 Re 8,39; Job 34,11; Sal 62,13; Jr 17,10; 32,19; Ez 18,30; 24,14; 33,20; Mt 25,31-46). Los que no figuran en el registro de los vivos (cf. 3,5), es decir, los que han optado por la injusticia adoptando los principios del poder opresor (cf. 13,8), no tienen lugar en el mundo definitivo (12). todo queda a la vista de Dios (el mar entregó, etc.); responsabilidad personal (cada uno de ellos) (13).

Dos figuras que personifican la muerte física, la muerte (cf. 1 Cor 15-26) y el abismo, son arrojadas al lago de fuego, que se hace así símbolo de la aniquilación (la segunda muerte, más allá de la muerte física) (14-15).

jueves, 7 de octubre de 2010

DERROTA DEL DRAGÓN. Ap 20,1-10.

20 1 Vi entonces un ángel que bajaba del cielo llevando la llave del abismo y una cadena grande en la mano.
2 Agarró al dragón, la serpiente primordial, el diablo o Satanás, y lo encadenó para mil años.
3 Lo arrojó al abismo, echó la llave y puso un sello encima, para que no pueda extraviar a las naciones antes que se cumplan los mil años. Después tiene que estar suelo por un poco de tiempo.
4 Vi también tronos, donde se sentaron los encargados de pronunciar sentencia; vi también con vida a los decapitados por dar testimonio de Jesús y proclamar el mensaje de Dios, los que no habían rendido homenaje a la fiera ni a su estatua y no habían llevado su marca en la frente ni en la mano. Éstos tuvieron vida y fueron reyes con el Mesías mil años.
5 (El resto de los muertos no volvió a la vida hasta pasados los mil años.)
6 Ésta es la primera resurrección. Dichoso y santo aquel a quien le toca en suerte la primera resurrección, sobre ellos la segunda muerte no tiene poder: serán sacerdotes de Dios y del Mesías y serán reyes con él los mil años.
7 Pasados los mil años soltarán a Satanás de la prisión.
8 Saldrá él para engañar a las naciones de los cuatro lados de la tierra, a Gog y Magog, y reclutarlos par ala guerra, incontables como las arenas del mar.
9 Subieron a la llanura y cercaron el campamento de los consagrados y la ciudad predilecta, pero bajó fuego del cielo y los devoró.
10 Al diablo que los había engañado lo arrojaron al lago de fuego y azufre con la fiera y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.


EXPLICACIÓN.

Un ángel sin otras calificaciones (cf. 10,1; 18,1); la llave del abismo, cf. 9,1. Juan adapta el mito de la prisión de las fuerzas del caos; la nueva sociedad no será perturbada por el tentador, por los principios y las seducciones que falseaban la vida del hombre, y se abrirá una posibilidad a la humanidad entera (las naciones). A los tres años y medio de http://www.blogger.com/img/blank.gifpersecución (11,2s; 12,6) se oponen los mil años de paz, una vez desterrado el poder opresor. El número mil se aplica a las realidades históricas para subrayar que en ellas se ejerce la acción del Mesías. Algunos opinan que Juan se inspira en la concepción judía según la cual a cada día de la creación habrían de corresponder mil años de historia; estos "mil años" serían el descanso final, el sábado de la historia humana; sin embargo, la anunciada libertad del dragón por un poco de tiempo parece oponerse a esta idea (1-3).

El juicio (4), con jueces anónimos y en número imprecisado, se celebra solamente para rehabilitar a los que habían sufrido la muerte, por no ceder a la presión y amenazas del poder injusto (13,14-16; 14,9.1; 15,2; 16,2; 19,20); no hay sentencia condenatoria; con vida aun antes de la resurrección, cf. 6,9. La primera resurrección cumple en los mártires las promesas expresadas al princpio del libro (1,6; 5,10: sacerdotes y reyes) en favor de todos los cristianos. Juan no utiliza el verbo "resucitar", sino "vivir" (tuvieron vida).

El período de los mil años puede así considerarse como la posiblidad histórica de una sociedad humana nueva, que ha tenido su origen en el mensaje de Jesús. En ella, no terrenalmente, sino desde su condición de resucitado, reina éste como Mesías (reino mesiánico), es decir, despliega la actividad de su Espíritu, pero asocia a ese reinado suyo a los mártires, que participan de la condición de resucitados; éstos, además, son los intercesores privilegiados que actúan en favor de esa sociedad (sacerdotes). La primera resurrección (6) no es, por tanto, la mera rehabilitación de la memoria de los mártires, viendo en ellos un modelo de seguimiento de Jesús, sino su presencia activa con él desde la esfera divina en la nueva sociedad humana.

El hecho de que sólo se mencionen los mártires (concretamente, los decapitados) como asociados al reinado del Mesías aboga en favor de esta interpretación. De lo contrario, habría que preguntarse cuál es la suerte de los cristianos que se han mantenido fieles, aunque sin llegar al martirio, y a los que se había prometido el mismo privilegio.

El resto de los muertos no tiene aún la clase de de vida propia de los mártires (5).

Los que han obtenido la primera resurrección son los que han superado la muerte física; ya no hay amenaza de muerte para ellos; esto explica su papel en la sociedad nueva (6).

Esta sociedad se verá amenazada una vez más por las fuerzas destructoras, que harán su campaña de engaño, proponiendo de nuevo los falsos valores que parecían desterrados. Gog y Magog, en Ez 38-39, rey mítico y su reino, enemigos del pueblo de Dios; en este pasaje, dos reyes, expresión mítica de los enemigos del plan de Dios (7-8).

Último intento de suprimir a la humanidad liberada, la ciudad predilecta de Dios, anulado por Dios mismo (fuego del cielo, cf. Ez 38,22; Zac 12,9; 2 Re 1,10.12, etc.). Derrota definitiva del poder (lago de fuego); la expresión por los siglos, más que una duración ilimitada significa el carácter irrevocable e inmutable de la sentencia dada (9-10).

miércoles, 6 de octubre de 2010

RUINA DE LA FIERA. Ap 19,11-21.

11 Vi el cielo abierto y apareció un caballo blanco; su jinete se llama el fiel y el leal, porque lleva razón en el juicio y en la guerra.
12 Sus ojos llameaban, ceñían su cabeza mil diademas y llevaba grabado un nombre que sólo él conoce.
13 Iba envuelto en una capa tinta en sangre y lo llamaban Palabra de Dios.
14 Lo seguían las tropas del cielo en caballos blancos, vestidos de lino blanco puro.
15 De su boca salía una espada aguda, para herir con ella a las naciones, pues él va a regirlas con cetro de hierro (Sal 2,9) y a pisar el lagar del vino de la furiosa cólera de Dios, soberano de todo.
16 En la capa y en el muslo llevaba escrito un título: "Rey de reyes y Señor de señores".
17 Vi entonces un ángel de pie en el sol, que dio un grito estentóreo, diciendo a todas las aves que vuelan por mitad del cielo: "Venid acá, reuníos para el gran banquete de Dios,
18 comeréis carne de reyes, carne de generales, carne de valientes, carne de caballos y de jinetes, carne de hombres de toda clase, libres y esclavos, pequeños y grandes".
19 Vi a la fiera y a los reyes de la tierra con sus tropas reunidos para hacer la guerra contra el jinete del caballo y su ejército.
20 Capturaron a la fiera y con ella al falso profeta que efectuaba señales a su vista, extraviando con ellas a los que llevaban la marca de la fiera y veneraban su estatua.
21 A los dos los echaron vivos en el lago de azufre ardiendo. A los demás los mató el jinete con la espada que sale de su boca, y las aves todas se hartaron de su carne.


EXPLICACIÓN.

Nueva visión (11). Se ve el caballo blanco, propio del vencedor; la figura del jinete se irá delineando gradualmente, aunque desafía toda prescripción. Se representa un desfile: el general en cabeza, seguido por sus tropas. Se proclama el triunfo ya antes de la batalla.,

El fiel y el leal, cf. 3,14; sus ojos llameaban, cf. 1,12; 2,18; mil diabdemas, las insignias de los reyes de la tierra, destronados por él (12). Su nombre puede leerse, pero no se comprende (nadie lo conoce): calidad única de su persona. Capa tinta en sangre (cf. Is 63,1-3), su victoria se debe a su pasión y muerte; Palabra de Dios, el proyecto divino, el mandamiento divino, el mensaje, se realizan en Jesús. Sus tropas, sin armas, en traje de triunfo (cf. 7,14) (14). Su arma, la palabra (cf. 2,12.16; 19,21; Is 11,4), que hiende toda mentira, desenmascara toda hipocresía y humilla toda arrogancia; esta victoria reinterpreta los términos de Sal 2,9 (15). Título, cf. 17,14.

Fracaso total y aniquilación de los adversarios, descritos en los términos usados por Ez 39,17-20 para la batalla mítica contra Gog. La crudeza de las expresiones muestra claramente tratarse de un lenguaje simbólico (17-18).

La coalición, preparada para la batalla final; se vuelve a la escena de 16,16. La victoria sin esfuerzo indica la maduración de la humanidad; las dos figuras simbólicas, el poder opresor (la fiera) y su propagandista (el falso profeta) encuentran su fin (el lago de azufre ardiendo, cf. 20,20.15; Is 30,22). Los que se han identificado con el poder y su injusticia no sobreviven (19-21). El único que combate es Jesús y su única arma es su palabra: su mensaje, presente en el mundo, acabará por derrotar el mal.

ALEGRÍA EN EL CIELO. Ap 19,1-10.

19 1 Oí después en el cielo algo que recordaba el vocerío de una gran muchedumbre; cantaban:

- Aleluya.
¡ La victoria, la gloria y el poder
pertenecen a nuestro Dios,
2 porque sus sentencias son legítimas y justas!
Él ha condenado a la gran prostituta
que corrompía la tierra con su fornicación
y le ha pedido cuenta de la sangre de sus
siervos.

3 Y repitieron:

- Aleluya.
El humo de su incendio
sube por los siglos de los siglos.

4 Se postraron los veinticuatro ancianos y los cuatro vivientes rindiendo homenaje a Dios, que está sentado en el trono, y diciendo:

- Amén. Aleluya.

5 Y del trono salió una voz que decía:

-¡Alabad a nuestro Dios todos sus siervos
todos sus fieles,
pequeños y grandes!

6 Y oí algo que recordaba el rumor de una gran muchedumbre, el estruendo del océano y el retumbar de fuertes truenos; decían:

- Aleluya.
¡Ha empezado a reinar
el Señor nuestro Dios,
soberano de todo!
7 Hagamos fiesta, saltemos de gozo
y démosle a él la gloria,
porque han llegado las bodas del Cordero.
La esposa se ha ataviado,
8 le han regalado un vestido
de lino puro, esplendente.

(Y el lino representa
las buenas obras de los consagrados).


9 Entonces me dijo: "Escribe: Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero". Y añadió: "Estas palabras verídicas son de Dios". 10Caí a sus pies para rendirle homenaje, pero él me dijo: "No, cuidado, soy tu compañero de servicio, tuyo y de esos hermanos tuyos que mantienen el testimonio de Jesús; rinde homenaje a Dios". Es que dar testimonio de Jesús equivale a la inspiración profética.EXPLICACIÓN.

Aclamaciones a Dios por su acción; son los últimos coros del libro. El Dios justo no ha tolerado la injusticia y ha rehabilitado a los suyos, injustamente perseguidos y condenados (1-2). De toda la gloria y opulencia anterior no queda más que el humo de la ruina definitiva (3). Último homenaje de los ancianos y los vivientes, que muestran su acuerdo (Amén) y alaban a Dios por lo sucedido (aleluya) (4). Exhortación a la comunidad, para que se una a la alabanza; pequeños y grandes, cf. 11,18; Sal 115,13 (5). La muchedumbre celeste (6; cf. 14,2) celebra la inauguración del reinado de Dios (11,17), es decir, la instauración de la nueva sociedad humana, motivo de gozo inerarrable, descrita en los términos proféticos de la relación esposo-esposa (Os 2,16.19.21; Jr 2,2; 3,1-4; 50,1; 60,10; Ez 16,7s; Sal 45, etc.). La boda, el vínculo de amor y fidelidad con la humanidad rescatada; el vestido de la esposa, regalo del esposo, como el de los siete ángeles de 15,6 (8). El simbolismo nupcial se encontrará con frecuencia en el resto del libro. La frase final (Y el lino representa, etc.) parece una glosa posterior añadida al texto.

El ángel dice a Juan que escriba, para consuelo y ánimo de los cristianos, notificándole el origen divino de sus palabras (9). La eucaristía de las comunidades (cf. 3,20), que expresaba su compromiso por el Reino, era anticipo del banquete definitivo de la humanidad liberada. Se les asegura que su empeño y su esperanza no son vanos.

No hay que apreciar más el carisma profético que el testimonio de la vida. No hay distinción real. El ángel mismo, portador de palabras divinas, no es superior a Juan (profeta) ni a los cristianos que viven su adhesión a Jesús. Los cristianos profetas en la acción (10).

SE ANUNCIA LA CAÍDA DE BABILONIA. Ap 18,1-24.

18 1 Vi después otro ángel que bajaba del cielo; venía con gran autoridad y su resplandor iluminó la tierra.
2 Gritó a pleno pulmón:

-¡Cayó, cayó la gran Babilonia!
Se ha convertido en morada de demonios,
en guarida de todo espíritu impuro,
en guarida de todo pájaro inmundo y
repugnante;
3 porque el vino del furor de su fornicación
lo han bebido todas las naciones,
los reyes de la tierra fornicaron con ella
y los comerciantes se hicieron ricos
con su lujo desaforado.

4 Y oí otra voz del cielo que decía:

- Pueblo mío, sal de ella
para no haceros cómplices de sus pecados
ni víctimas de sus plagas;
5 porque sus pecados han llegado hasta el cielo
y Dios se ha acordado e sus crímenes.
6 Pagadle con su misma moneda,
devolvedle el doble de lo que ha hecho,
mezcladle en la copa,
el doble de lo que ella se mezcló.
7 En proporción a su fasto y a su lujo
dadle tormento y duelo.
Ella solía decirse:
"Sentada estoy como una reina,
viuda no soy y duelo nunca veré";
8 por eso el mismo día le llegarán todas sus plagas,
epidemia, duelo y hambre,
y el fuego la abrasará,
porque es fuerte el Señor Dios que la juzga.

LAMENTACIÓN POR BABILONIA.

9 Llorarán y plañirán por ella los reyes de la tierra que con ella fornicaron y se dieron al lujo, cuando vean el humo de su incendio;
10 manteniéndose a distancia por miedo de su tormento, dirán:

-¡Ay, ay de la gran ciudad,
de Babilonia la ciudad poderosa!
¡Que haya bastado una hora para que llegue tu castigo!

11 También los comerciantes de la tierra llorarán y plañirán por ella, porque su cargamento ya no lo compra nadie;
12 el cargamento de oro y plata, pedrería y perlas; de lino, púrpura, seda y escarlata, toda la madera de sándalo, los objetos de marfil y de maderas preciosas, de bronce, hierro y mármol;
13 la canela, el clavo y las especias, perfumes e incienso, vino y aceite, flor de harina y trigo, ganado mayor y menor, caballos, carros, esclavos y siervos.

14 - La fruta de otoño que excitaba tu apetito
se alejó de ti,
toda opulencia y esplendor
se acabó para ti,
y nunca volverán.

15 Los que comerciaban en estos géneros y se hicieron ricos a costa de ella se detendrán a distancia por miedo de su tormento,
16 llorando y lamentándose así:

-¡ Ay, ay de la gran ciudad!
La que se vestía de lino,
púrpura y escarlata
y se enjoyaba con oro,
pedrería y perlas.
17 ¡Que haya bastado una hora
para asolar tanta riqueza!

También los pilotos, los que navegan de puerto en puerto, los marineros y cuantos viven del mar se detuvieron a distancia
18 y gritaban al ver el humo de su incendio: "¿Quién podía compararse con la gran ciudad?"
19 Se echaron polvo en la cabeza y gritaban llorando y lamentándose:

-¡Ay, ay de la gran ciudad
donde se hicieron ricos todos los armadores
por lo elevado de sus precios!
¡Que haya bastado una hora para asolarla!
20 ¡Regocíjate, cielo, por lo que le pasa,
y también vosotros, los consagrados,
los apóstoles y los profetas!
Porque, condenándola a ella,
Dios ha reivindicado vuestra causa.

UN ÁNGEL REPRESENTA LA CAÍDA DE BABILONIA.

21 Un ángel vigoroso levantó en vilo una piedra del tamaño de una rueda de molino y la tiró al mar diciendo:

-Así, de golpe,
precipitarán a Babilonia, la gran ciudad,
y desaparecerá.
22 El son de cítaras y músicos,
de flautas y trompetas
no se oirá más en ti,
ni artífices de ningún arte
habrá más en ti,
ni murmullo de molino
se oirá más en ti,
23 ni luz de lámpara
brillará más en ti,
ni voz de novio y novia
se oirá más en ti,
porque tus comerciantes eran los magnates de la tierra
y con tus brujerías embaucaste
a todas las naciones.
24 Y en ella se encontró sangre de profetas
y consagrados
y de todos los asesinados en la tierra.


EXPLICACIÓN.

1-24. Proclamación celeste de la ruina del imperio por boca de un mensajero excepcional (gran autoridad); la presencia del ángel ilumina la tierra: alegría y esperanza (1).

Se compara la caída de Roma a la de la antigua Babilonia; Cayó, cf. 14,8; Is 21,9; Jr 51,8; morada de demonios, etc.. cf. Is 13,20s; 34,11; jr 50,39; Bar 4,35 (2). El vino, etc., 14,8; 17,2; Is 23,17; Jr 51,7.

Desde el cielo, aviso a los fieles; la voz pertenece a Dios o a Jesús (Pueblo mío). Sal de ella, cf. Is 48,20; 52,11; Jr 51, 6.45 (4). Sus pecados, cf. Jr 51,9; Jon 1,2 (5).

Orden celeste: el doble (6), cf. Is 40,2 (6). El castigo que nunca previó, cf. Is 47,7-9; sentada estoy, seguridad; no soy viuda desamparada, tiene aliados que le ayudarán en caso de peligro; duelo, confianza en su situación (7). Atroz desengaño (8).

9-20. En la tierra, tres coros entonan sus lamentaciones, todos manteniéndose a distancia (vv. 10,15.17b), para que no los envuelva el desastre: los reyes aliados no salen de su asombro al ver aquella ruina subitánea (que haya bastado una hora), y prevén la suya propia (9-10).

Los exportadores de objetos de lujo (predominantes con mucho en la lista) y alimentación, y de mercancía humana (desprecio del hombre), que pierden su gran cliente (11-13), comprenden que la ruina de ese mundo refinado e insaciable (la fruta, etc.) es definitiva (14) y se lamentan a distancia, asombrados del cambio repentino de opulencia a desolación (15-17a).

Los navegantes, que aseguraban el comercio, añoran la grandeza de la admirada metrópolis (¿Quién podía compararse ...?); su desconsuelo es máximo (lloraban) al ver evaporarse sus ganancias (17b-19).

Exhortación a la alegría común de los habitantes del cielo (cf. 12,12, de la caída del dragón; Sal 96,11; IS 44,23; 49,13) y de la comunidad cristiana (los dos aspectos de la iglesia), especificada en los dos carismas principales (los apóstoles y los profetas), por haber sido eliminado el foco de infección mundial. Reivindicación en la historia, respuesta a 6,9 (20).

21-24. Acción simbólica (cf. Jr 51,63; Mt 18,6) de un ángel, explicada por él mismo (21-24). La ruina destruye la vida doméstica de la gente sencilla, la fiesta, el trabajo, el cariño: el son de cítaras, etc., cf. Is 24,8; Ez 26,13 (22); ni voz de novio y novia, etc., Jr 7,34; 16,9; 25,10 (23a). Pero el imperio, con su comercio, dominaba al mundo, engañando con sus malas artes (23b); su poder criminal se ejercía no sólo con los cristianos, sino con la humanidad entera, cf. 6,10; 17,6; 19,2; Jr 51,49; Ez 24,7 (24).

martes, 5 de octubre de 2010

LA PROSTITUTA Y LA FIERA. Ap 17,1-18.

17 1 Se acercó uno de los siete ángeles que tenían los siete cuencos y me habló así: "Ven acá, voy a mostrarte la sentencia de la gran prostituta que está sentada al borde del océano,
2 con la que han fornicado los reyes de la tierra, la que ha emborrachado a los habitantes de la tierra con el vino de su prostitución".
3 En visión profética me llevó a un desierto. Vi allí una mujer montada en una fiera escarlata, cubierta de títulos blasfemos, que tenía siete cabezas y diez cuernos.
4 La mujer iba vestida de púrpura y escarlata y enjoyada con oro, pedrería y perlas. Tenía en la mano una copa de oro llena hasta el borde de abominaciones y de las inmundicias de su fornicación;
5 en la frente llevaba escrito un nombre enigmático: "La gran Babilonia, madre de las prostitutas y de las abominaciones de la tierra".
6 Vi que la mujer estaba borracha de la sangre de los consagrados y de la sangre de los testigos de Jesús.
7 Al verla me quedé boquiabierto. El ángel me dijo: "¿Por qué razón te admiras? Yo te explicaré el simbolismo de la mujer y de la fiera que la lleva, la de las siete cabezas y los diez cuernos.
8 La fiera que viste estuvo ahí; ahora no está, pero va a salir del abismo para ir a su ruina. Los habitantes de la tierra cuyo nombre no está escrito desde la creación del mundo en el registro de los vivos se sorprenderán al ver que la fiera que estaba ahí y ahora no está se presenta de nuevo.
9 ¡Aquí de la inteligencia, el que tenga talento! Las siete cabezas son siete colinas donde está asentada la mujer, y siete reyes;
10 cinco cayeron, uno está ahí, otro no ha llegado todavía y cuando llegue durará poco tiempo.
11 La fiera que estaba ahí y ahora no está es el octavo y al mismo tiempo uno de lo siete, y va a su ruina.
12 Los diez mandamientos que viste son también diez reyes que aún no han comenzado a reinar, pero que recibirán autoridad por breve tiempo asociados a la fiera.
13 Éstos, de común acuerdo, cederán sus fuerzas y su autoridad a la fiera.
14 Combatirán contra el Cordero, pero el Cordero los vencerá porque es Señor de señores y Rey de reyes, y los llamados a acompañarlo son escogidos y fieles".
15 Y añadió: "El océano donde viste sentada a la prostituta, son pueblos y masas, naciones y lenguas.
16 Pero los diez cuernos que viste y la fiera van a tomar odio a la prostituta y a dejarla asolada y desnuda; se comerán su carne y la destruirán con fuego.
17 Dios les ha metido en la cabeza que ejecuten su designio; por eso, llegando a un acuerdo, cederán su realeza a la fiera hasta que se cumpla lo que Dios ha dicho.
18 Por último, la mujer que viste en la gran ciudad, emperatriz de los reyes de la tierra".


EXPLICACIÓN.

La ruina del poder la ve Juan encarnada en la del Imperio romano. Empieza la descripción profética de la caída del Imperio (17,1-19,10). Aunque la caída de Babilonia ha sido ya anunciada (14,8; 16,9), un ángel tiene que explicársela a Juan (1): lo que va a ocurrir sobrepasa lo que el profeta podía imaginar.

La gran prostituta, la ciudad del comercio y del fraude, que propone la riqueza y el lujo como ideal de vida (cf. Is 1,21, Jerusalén; 23,8-18, Tiro; Nah 3,1-7, Nínive); la imagen de la gran prostituta significa en lenguaje profético la absoluta infidelidad a Dios, la profesión de valores diametralmente o puestos a los del designio divino. La figura se opone a las de la mujer-madre (cap 12) y de la Esposa (cf. 22,17), que representan a la nueva humanidad. Es notable la amplitud con que trata Juan la condena y ruina de Babilonia/Roma. Evidentemente, para los lectores de su tiempo era un tema de interés primario. Teniendo en cuenta, sin embargo, que Babilonia/Roma es el tipo de los imperios opresores a lo largo de la historia, estos capítulos conservan su actualidad.

La injusticia y corrupción encarnadas en el sistema romano han contagiado al mundo entero, tanto a los poderosos como al pueblo (2).

Un desierto (3), en este caso, signo de la desolación que crea a su alrededor el poder del imperio. Una fiera, el Imperio romano (cf. 13,1-8), del que Roma es capital; escarlata, el color del manto de los "triunfadores" romanos. Títulos blasfemos, siete cabezas y diez cuernos, cf. 13,1.

La capital ostenta su opulencia (4). Ofrece la copa de oro (precioso y tentador), para contaminar con su porquería (Jr 51,7, de Babilonia) (4b). Las prostitutas romanas llevaban en la frente una cinta con su nombre; La gran Babilonia, ciudad que, aun mucho después de la caída de su imperio, seguía siendo el prototipo de ciudad imperial. Ella es responsable de la corrupción del mundo entero (5) y ha asesinado a los que se le resistían (6a).

El esplendor del imperio deslumbra al profeta, como a tantos otros (6b). El ángel se lo reprocha; él va a mostrarle lo que ese esplendor oculta (7).

Estuvo, no está, al contrario que Dios, "el que es y que era y que viene" (1,4.8). Como el monstruo del caos, sojuzgado por un tiempo, reaparecerá la Fiera/el imperio , pero para su ruina definitiva (cf. 19,20). Motivo de asombro para sus secuaces, no para los cristianos, que conocen el sentido de los acontecimientos; el registro de los vivos, cf. 3,5 (8).

Doble simbolismo de los cuernos: siete colinas, alusión transparente a Roma; siete reyes/emperadores, número que indica una totalidad finita, que en este caso, no está lejos de su fin (9); el octavo, uno de los siete, posible alusión a la leyenda sobre la vuelta de Nerón ("Nero redivivus"), encarnación de la crueldad (10-11). Interpretación global de los diez cuernos (cf. Dn 7,24) como reyes vasallos; mientras dura el imperio, son aliados incondicionales de Roma y siguen su política (cf. 16,14.16) (12-13). La coalición, derrotada por el Cordero (cf. 19,19-21) y por la fidelidad de los suyos (14). Rey de reyes, etc.: cf. 19,16; Dt 10,17; Sal 136,3; Dn 2,47.

El océano, lit. "las muchas aguas" (cf. Jr 51,13, lit. "las muchas aguas", de Babilonia): universalidad de su dominio (sentada) cf. 13,3.8) (15). El dominio suscita el odio; fragilidad del acuerdo anterior; sublevación de los reinos de Oriente contra la tiranía del imperio; saqueo y destrucción de la ciudad (cf. Os 2,3, castigo de la adúltera) (16). Según Juan, el sometimiento de esos reinos durará solo lo necesario para que se cumpla el designio divino (17). Nueva identificación de la prostituta (emperatriz), que contrasta con su ruina (19).

QUINTA SECCIÓN: EL SÉPTIMO CUENCO. EL DESENLACE. Ap 16,17-21.

17 El séptimo derramó su cuenco en el aire y del interior del santuario salió una voz potente que venía del trono y decía: "Es un hecho".
18 Se produjeron relámpagos, estampidos y truenos y un terremoto tan violento que desde que hay hombres en la tierra no se ha producido terremoto de tal magnitud.
19 La gran ciudad se hizo tres pedazos y las capitales de las naciones se derrumbaron.
Recordaron a Dios que hiciera beber a la gran Babilonia la copa de su vino, el furor de su cólera.
20 Granizos como adoquines cayeron del cielo sobre los hombres, y los hombres maldijeron a Dios por el daño del granizo, pues el daño que hacía era terrible.


EXPLICACIÓN.

Séptimo cuenco: Llega el final, anunciado por la voz de Dios mismo (Es un hecho) (17).

Gran intervención divina, que desplaza la capital del imperio; ésta arrastra en su ruina a todos sus satélites y cómplices (18-19a). Temblor de tierra sin precedentes en la historia: derrumbe de las últimas seguridades humanas.

Deseo de reivindicación (19b). Cambio de la geografía del mundo (20). Como adoquines, lit. "como talentos", medida de peso entre 25 y 36 kilos; en otros casos, hasta 60. Obstinación (21).

LOS SEIS PRIMEROS CUENCOS. Ap 16,2-16.

2 Se alejó el primero, derramó su cuenco en la tierra y apareció una llaga maligna y enconada en los hombres que llevaban la marca de la fiera y veneraban su imagen.
3 El segundo derramó su cuenco en el mar y el mar se convirtió en sangre de muerto; todo animal marino murió.
4 El tercero derramó su cuenco en los ríos y manantiales y se convirtieron en sangre.
5 Oí que el ángel de las aguas decía:

- Tú, el que eras y que eres, el santo,
tienes razón en dar esta sentencia;
6 a los que derramaron sangre
de consagrados y profetas
les diste a beber sangre.
Se lo merecen.

7 Y oí que el altar decía:

- Así es, Señor Dios, soberano de todo,
tus sentencias son legítimas y justas.

8 El cuarto derramó su cuenco en el sol e hizo que quemara a los hombres con su ardor;
9 los hombres sufrieron quemaduras por el enorme calor y maldecían el nombre de Dios que dispone de tales plagas; en vez de arrepentirse y darle la razón.
10 El quinto derramó su cuenco sobre el trono de la fiera y su reino quedó en tiniebla; los hombres se mordían la lengua de dolor
11 y maldecían al Dios del cielo por los dolores y las llagas, pero no enmendaron su conducta.
12 El sexto derramó su cuenco sobre el gran río, el Éufrates, y se quedó seco, dejando preparado el camino a los reyes que vienen del Oriente.
13 De la boca del dragón, de la boca de la fiera y de la boca del falso profeta vi salir tres espíritus inmundos en forma de ranas.
14 Los espíritus eran demonios con poder de efectuar señales y se dirigían a los reyes de la tierra entera con el fin de reunirlos para la batalla del gran día de Dios, soberano de todo.
15 (Mirad, voy a llegar como un ladrón. Dichoso el que está en vela con la ropa puesta, así no tendrá que pasear desnudo dejando ver sus vergüenzas).
16 Y los reunieron en el lugar llamado en hebreo Harmagedón.


EXPLICACIÓN.

Primer cuenco (2): La sumisión al poder (marca) divinizado y opresor y la identificación con él (estatua), buscando la seguridad, corrompe y desintegra a los hombres (cf. Éx 9,10).

Segundo cuenco (3): El mar, fuente de riqueza y alimento (peces), se convierte en elemento de muerte; sangre de muerto; la naturaleza les muestra una imagen de sus crímenes.

Tercer cuenco (4): El agua dulce, necesaria para la vida, se convierte en sangre, como en Egipto (Éx 7,19-24; Sal 78,44); otro recuerdo de los asesinatos cometidos.

Los tres primeros cuencos muestran que la acción divina se hace manifiesta en los efectos de la opresión y la injusticia sobre el hombre y sobre la naturaleza a escala universal. El hombre sufre el dolor y la descomposición; el mundo se hace inhabitable.

Aprobación del ángel de las aguas (5-6); se atribuye a Dios lo que es efecto de la maldad humana (les diste a beber). El altar (7), que conoce la sangre de los mártires (6,9), muestra su acuerdo.

Cuarto cuenco (8-9): Siguen los efectos sobre la naturaleza; el sol, fuente de vida, se convierte en tormento para los hombres, como todos los beneficios divinos despreciados. Los hombres no reconocen su sinrazón ni rectifican; evaden su responsabilidad echando la culpa a Dios.

Quinto cuenco (10-11): Ataque al cuartel general del sistema opresor (el trono de la fiera). Dios hace todo lo posible para que los hombres reconozcan la vaciedad de sus ídolos: el antiguo esplendor es ahora confusión y perplejidad (tinieblas, cf. Éx 10,21); el régimen antes glorioso no puede ayudar a los suyos, pero éstos no se retractan: cuanto más evidente es su error, más acusan a Dios de injusticia.

Sexto cuenco (12): Se prepara la ruina del imperio, el camino queda abierto a la invasión (cf. 9,13-16).

Último recurso (13-14): La personificación del poder como fuerza maléfica (el dragón), su agente el poder político (la fiera) y la religión al servicio del Estado (el falso profeta), con palabras vacias y altisonantes (ranas, cf. Sal 77,45; 105,30) de abominable contenido (espíritus inmundos), lanzan un desesperado llamamiento, que no carece de eficacia (demonios con poder, etc.), a todos los que detentan el poder (a los reyes de la tierra), para que formen una coalición contra Dios.

En medio de la preparación guerrera, aviso del Señor a los suyos (15): tienen que estar alerta en todo momento (como un ladrón, cf. 3,3). Bienaventuranza para el que no se duerme; no estar vigilante en esta ocasión, motivo de vergüenza para el cristiano (solía dormirse desnudo) (15).

El ejército de los opresores, preparado para el combate; el desenlace se describe en 19,19-21 (16). Harmagedón significa "Monte Meguido"; esta ciudad, en la llanura de Esdrelón, al pie del monte Carmelo (cf. 1 Re 18), había sido escenario de sangrientas batallas (Jue 4,12-17; 2 Re 9,27; 23,29; cf. Zac 12,11).

SE PREPARAN LAS SIETE ÚLTIMAS PLAGAS. Ap 15,1-16,1.

1 Vi en el cielo otra señal, magnífica y sorprendente: siete ángeles que llevaban siete plagas, las últimas, pues con ellas se agotó el furor de Dios.
2 Vi también una especie de mar de vidrio veteado de fuego; en la orilla del mar de vidrio estaban de pie los que habían triunfado de la fiera, de su estatua y de la cifra de su nombre;
3 con cítaras que Dios les había dado cantaban el cántico de Moisés el siervo de Dios y el cántico del Cordero diciendo:

- Grandes y admirables son tus obras,
Señor Dios, soberano de todo;
justo y verdadero tu proceder,
rey de las naciones.
4 ¿Quién no te respetará?,
¿quién no dará gloria a tu nombre,
si sólo tú eres snato?
Todas las naciones vendrán
a postrarse ante ti,
porque tus justas sentencias
se han promulgado.

5 Después, en la visión, se abrió en el cielo el santuario de la tienda del Encuentro
6 y salieron del santuario los siete ángeles que llevaban las siete plagas, vestidos de lino puro esplendente y ceñidos con fajas doradas a la altura del pecho.
7 Uno de los cuatro vivientes repartió a los siete ángeles siete cuencos de oro llenos hasta el borde del furor de Dios, que vive por los siglos de los siglos.
8 El humo de la gloria de Dios y de su potencia llenó el santuario; nadie podía entrar en él hasta que no se terminasen las siete plagas de los siete ángeles.

16 1 Oí una voz potente que salía del santuario y decía a los siete ángeles: "Id a derramar en la tierra los siete cuencos del furor de Dios".


EXPLICACIÓN.

El septenario de los cuencos lleva a término la salvación/liberación: nuevo éxodo (2-4); se prepara el ataque de Dios a la fiera (5-8).

Visión de una señal magnífica (lit. "grande", cf. 12,1.3), es decir, portadora de un mensaje importante y sorprendente: "siete ángeles" que llevan siete plagas (1). Este término recuerda inmediatamente la liberación de Egipto; se trata, pues, de una acción divina que derrumba el poder ejercido por un opresor sobre los que son fieles a Dios. Son las últimas; la liberación entra en su fase final; el mal va a destruirse a sí mismo (se agotó el furor de Dios; cf. nota a 11,15-19).

Segunda visión, en paralelo con la primera: un mar de cristal (cf.4,6), pero esta vez veteado de fuego, símbolo de la prueba. Es una visión anticipada de la liberación que va a efectuarse y muestra la finalidad de las plagas anunciadas. Los liberados son los que han triunfado de la fiera, etc., no por la violencia, sino por la fidelidad y la constancia, sin ceder a la persecución ni a la presión ejercida contra ellos; en la orilla del mar que ya han atravesado (2).

Lo mismo que Moisés, después de atravesar el Mar Rojo, había entonado el cántico de acción de gracias por la liberación de Egipto (Éx 15), los que no han cedido a la fiera entonan el cántico de su éxodo, agradeciendo su liberación; soberano de todo, el Creador; rey de las naciones, no ya de Israel: universalidad (3). Admiración (¿Quién no te respetará, etc.?). Las calamidades no pretenden aniquilar a las naciones, sino curarlas de su mal, haciéndoles reconocer al verdadero Dios (4).

Continúa la visión (5). El santuario de la tienda del Encuentro, el lugar de Dios durante la travesía del desierto, el lugar del arca (cf. 11,19). Los siete ángeles (6) menchttp://www.blogger.com/img/blank.gifionados al principio (v.1). Lino puro esplendente, blancura deslumbrante, la gloria divina; faja dorada, etc., cf. 1,13, de Jesús. Siete cuencos (7): las siete plagas van a poner en evidencia diversos aspectos de la injusticia del opresor y sus secuaces. El humo de la gloria de Dios y de su potencia (8): en estas plagas van a ser manifiestas (gloria) la presencia y acción divinas. Nadie podrá entrar en él: la importancia de lo que va a suceder excluye toda otra actividad ante Dios.

Orden de ejecución, procedente de la morada de Dios (16,1).

VISIÓN ANTICIPADA DEL JUICIO. Ap 14,14-20

14 En la visión apareció una nube blanca y, sentada encima, una figura humana con una corona de oro en la cabeza y en la mano una hoz afilada.
15 Salió del santuario otro ángel dando gritos estentóreos al que estaba sentado en la nube: "Arrima tu hoz y siega; ha llegado la hora de la siega, pues la mies de la tierra ya está pajiza".
16 El que estaba sentado encima de la nube acercó su hoz a la tierra y la segó.
17 Del santuario celeste salió otro ángel llevando también él una hoz afilada.
18 Del altar salió otro, el ángel que tiene poder sobre el fuego, y dio una gran voz al de la hoz afilada diciendo: "Arrima tu hoz afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, que las uvas están en sazón".
19 El ángel acercó su hoz a la tierra, vendimió la viña de la tierra y echó las uvas en el gran lagar del furor de Dios.
20 Pisaron el lagar fuera de la ciudad y del lagar corrió tanta sangre, que subió hasta los bocados de los caballos, a una distancia de sesenta leguas.


EXPLICACIÓN.

En dos escenas paralelas y mediante descripciones poéticas se expresa la suerte de los que han aceptado el mensaje de Jesús y la de los que han sido enemigos del hombre.

Jesús (una figura humana, cf. 1,13; nube, corona de oro, condición divina) recoge la cosecha de grano, la de la humanidad salvada, en la hora que Dios designa (otro ángel dando gritos) (14-16).

Un ángel, en cambio, vendimia la uva (cf. Jl 3,13), siguiendo la orden del ángel del fuego (cf. 14,10: "fuego y azufre"). La escena amplifica el texto de Is 63,1-6, que describe en términos tragicos la aniquilación de los enemigos, para hacer triunfar el derecho de los oprimidos. Para el furor de Dios, cf. 14,10 (17-20).

viernes, 1 de octubre de 2010

TRES ÁNGELES PREDICEN LA VICTORIA. Ap 14,6-13.

6 Vi otro ángel que volaba por mitad del cielo; llevaba una buena noticia perenne para anunciarla a los habitantes de la tierra, a toda nación, raza, lengua y pueblo.
7 Clamaba: "Respetad a Dios y dadle la razón, porque ha sonado la hora de su juicio; rendid homenaje al que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales".
8 Lo siguió otro ángel, el segundo, que decía: "Cayó, cayó la gran Babilonia, la que ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación".
9 Lo siguió otro ángel, el tercero, clamando: "Quien venere a la fiera y a su estatua y reciba su marca en la frente o en la mano,
10 ése beberá del vino del furor de Dios, escanciado sin diluir en la copa de su cólera, y será atormentado.
11 El humo de su tormento sube por los siglos de los siglos, pues los que veneran a la fiera y el que recibe la marca con su nombre no tienen respiro ni día ni noche".
12 ¡Aquí del aguante de los consagrados que guardan los mandamientos de Dios y la fidelidad a Jesús!
13 Oí una voz del cielo que decía: "Escribe: Dichosos desde ahora los que mueran como cristianos". "Cierto, dice el Espíritu, podrán descansar de sus trabajos, pues sus obras los acompañan".


EXPLICACIÓN.

Una vez aclarado el sentido profundo de la contienda, va a empezar la ofensiva de Dios contra el poder opresor, la fiera, simbolizada por la serie de siete cuencos llenos de su furor. Antes, sin embargo, Juan intercala tres avisos (6-12) para incitar a los hombres a escapar de la ruina. Se refuerzan los avisos con la descripción de la doble suerte final (14-20).

Primer ángel (7): Queda siempre abierta una oportunidad de salvación (buena noticia) para todo hombre (toda nación, etc.) (6). Ante la inminencia del juicio, es decir, de la caída del sistema opresor y de los valores que representa, invitación universal a recapacitar. Dios, creador para beneficio del hombre.

Segundo ángel (8): Anuncio profético que apoya la invitación anterior: el sistema opresor no tiene futuro, está condenado a desaparecer. El nombre de Babilonia, máximo enemigo de Israel en el pasado, servía a los cristianos para designar a Roma, el imperio opresor de su época. Se anuncia su ruina como ya efectuada, es decir, está dado el decreto, y su ejecución es infalible. El Imperio romano corrompe al mundo entero; el vino, atractivo, tentación; fornicación, idolatría, falsos valores.

Tercer ángel (9-11); Castigo de los que se hayan sometido a la fiera y hayan adoptado sus valores y su línea de conducta (cf. 13,1-17); vino contrapuesto al de v.8; beber el primer vino es condenarse a beber el segundo; del furor de Dios, etc. (cf. Is 51,17; Sal 75,8; Jr 25,15); con estas imágenes pondera el autor las terribles consecuencias de la corrupción del sistema, que llegarán hasta el límite; nada podrá evitarlas. Fuego y azufre, cf. Gn 19,24, destrucción de Sodoma y Gomorra; Ez 38,22; contra las tropas de Gog: fracaso y ruina.

El último párrafo (El humo de su tormento, etc. ) (11) no está construido en futuro ("subirá, no tendrán respiro"), sino en presente (sube, no tienen respiro), simultáneo con el hecho de venerar a la fiera o con el de recibir su marca (lit. "y si uno recibe la marca"). No se trata, pues, de un castigo futuro, sino de una situación o amenaza presente. En tal caso, lo que parece indicar el texto es que los que actúan así renuncian a toda esperanza de salvación. Un caso parecido aparece en 19,3; "el humo de su incendio (lit., "su humo") sube por los siglos de los siglos", frase que no puede significar un incendio interminable, sino lo definitivo de la ruina, que excluye toda restauración. Por otra parte, ser arrojados al lago de fuego (y azufre) será el fin del diablo (20,10), de la muerte y el abismo o Hades (20,14), todos figuras simbólicas. Según 20,14, el lago de fuego se identifica con la segunda muerte, que es la aniquilación definitiva, como se ve por el hecho de que "la muerte" será arrojada al lago de fuego. Lo mismo hay que interpretar los textos de 20,15 y 21,8.

Conocer el fracaso de los enemigos de Dios ha de dar ánimos a los cristianos para, en medio de la dificultad, mantener la adhesión a Jesús y el amor mutuo (los mandamientos de Dios, cf. 1 Jn 3,22-24).

Un mensaje divino (voz del cielo) quita a la muerte todo aspecto de incertidumbre o terror; como cristianos,lit. "en (el) Señor", modo primitivo de expresar esa idea; cf. 1,9; 1 cor 3,1. El Espíritu confirma en la comunidad lo dicho por la voz del cielo. Sus obras, que han expresado el espíritu que los animaba (13).

EN EL MONTE SIÓN. Ap 14,1-5.

14 1 En la visión apareció el Cordero de pie sobre el monte Sión y con él ciento cuarenta y cuatro mil que llevaban inscrito en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre.
2 Oí también un fragor que bajaba del cielo, parecido al estruendo del océano y al estampido de un trueno fuerte;
3 era el son de citaristas que tañían sus cítaras delante del trono, delante de los cuatro vivientes y los ancianos, cantando un cántico nuevo.
Nadie podía aprender aquel cántico fuera de los ciento cuarenta y cuatro mil, los adquiridos en la tierra.
4 Estos son los que no se han manchado con mujeres, porque son vírgenes; éstos son los que siguen al Cordero adonde quiera que vaya; los adquirieron como primicias de la humanidad para Dios y el Cordero.
5 En sus labios no ha habido mentira, no tienen falta.


EXPLICACIÓN.

Escenario, la tierra. La comunidad cristiana, que en la descripción anterior aparecía meramente pasiva, perseguida y oprimida por el poder, está, en realidad, segura, apiñada en torno a Jesús, gozosa y dispuesta a continuar su misión.

El monte Sión, símbolo de firmeza y seguridad; la presencia de Dios en él lo pone por encima de cualquier amenaza. Lugar idealizado desde donde se ejerce la acción del Mesías en la historia. Ciento cuarenta y cuatro mil (cf. 7,1-9), el nuevo Israel universal; el múltiplo mil se aplica a las realidades históricas en cuanto en ellas se ejerce la acción del Mesías. Los 144.000 representan, pues, al pueblo de Dios en cuanto asociado a la obra de la salvación mesiánica. En la frente, el sello impuesto en 7,1-9, en oposición al de la fiera; cf. 13,16 (1).

Que bajaba del cielo (2), la morada divina (cf. Ez 1,24; 43,2; Sal 29,3ss; 46,7), majestad (océano) y fuerza, atributos de Dios (trueno), canto acompañado de cítaras (3), armonía y dulzura. El cántico nuevo, cf. Sal 3,3; 40,4; 96,1; 98,1; 144,9; 149,1; se celebra la presencia y la actividad del Mesías-Cordero en la historia humana, con referencia al éxodo que efectúa (cf. 15,3).

Aun en medio de su tribulación, la iglesia terrestre puede unir su voz al cántico celeste. Características de los 144.000: no se marcharon con mujeres (4), metáfora para indicar que están siempre dispuestos al combate (cf. Dt 23,10-12; 1 Sm 21,5s; pureza o abstinencia sexual de los soldados en campaña); se han comprometido a estarlo siempre (porque son vírgenes). Esa disposición y prontitud les permite seguir a Jesús sin condiciones (adonquequiera que vaya), colaborando en la obra salvadora. Primicias, horizonte de salvación para la humanidad entera. No hubo mentira (5) (cf. Sal 32,3; Sof 3,13; Is 53,9): no han disimulado su adhesión a Jesús ni han cedido a compromisos con el paganismo opresor (cf. 13,8). No tienen falta, resume lo anterior.

LAS DOS FIERAS. (Segunda Parte) Ap 13,11-18.

11 Vi después otra fiera que salía de la tierra; tenía dos cuernos de cordero, pero hablaba como un dragón,
12 y ejerce toda autoridad de la primera fiera, a su vista; consigue que el mundo entero y todos los habitantes veneren a la primera fiera, la que tenía curada su herida mortal.
13 Realizaba grandes señales, incluso hacía bajar fuego del cielo a la tierra a la vista de la gente.
14 Con las señales que le concedieron hacer a la vista de la fiera, extraviaba a los habitantes de la tierra, incitándolos a que hiciesen una estatua de la fiera que había sobrevivido a la herida de la espada.
15 Se le concedió dar vida a la estatua de la fiera, de modo que la estatua de la fiera pudiera hablar e hiciera dar muerte al que no venerase la estatua de la fiera.
16 A todos, grandes y pequeños, ricos y pobres, esclavos y libres, hizo que los marcaran en la mano derecha o en la frente,
17 para impedir comprar ni vender al que no llevase la marca con el nombre de la fiera o la cifra de su nombre.
18 Aquí del talento: quien sea inteligente descifre la cifra de la fiera, que es una cifra humana. Y su cifra es 666.


EXPLICACIÓN.

La segunda fiera representa a los funcionarios del poder opresor, en particular al sacerdocio pagano, que, con el culto al emperador, aureolaba de piedad la sumisión al Estado. Fue Domiciano el primero en decretar la obligatoriedad del culto imperial, practicado ya desde mucho antes en Asia Menor. La religión al servicio del poder. Apariencia suave, pero palabra maligna (11). Eficacia de esta propaganda, siempre bajo el control del poder (a su vista) (12). Prodigios como los de Elías, para demostrar la aprobación celeste (falso profeta) (13), persuadiendo a los hombres a identificarse (a fabricar ellos mismos la estatua) con un poder que parece inmortal, por ser capaz de superar toda prueba (herida) (14).

No hay manera de escapar del poder, que actúa incluso a distancia; su imagen misma tiene vida y da muerte a los que no se le someten (13). Sanciones económicas; marca en la mano/brazo derecho; ajustar la propia actividad a los planes del Estado; en la frente: adoptar su escala de valores (oposición al sello de 7,3); el sistema condena a los reacios a la miseria (16-17).

666 es poco probable que represente el valor numérico de "César Nerón" escrito en letras hebreas; en todo caso, la repetición del seis, que nunca llega al siete, cifra de la plenitud, hace ver a los cristianos el fracaso en que desembocará el designio de la fiera (18).