viernes, 8 de octubre de 2010

JUICIO UNIVERSAL Y DERROTA DE LA MUERTE. Ap 20,11-15.

11 Vi un trono magnífico y brillante y al que estaba sentado en él; huyeron de su presencia la tierra y el cielo y desaparecieron definitivamente.
12 Vi también a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante el trono de Dios. Se abrieron unos libros y abrieron luego un libro aparte, el registro de los vivos. Juzgaron a los muertos por sus obras, según lo escrito en en los libros.
13 El mar entregó sus muertos, la muerte y el abismo entregaron sus muertos, y cada uno de ellos fue juzgado por sus obras.
14 A la muerte y al abismo los echaron al lago de fuego. El lago de fuego es la segunda muerte.
15 Y a todo el que no estaba escrito en el registro de los vivos lo arrojaron al lago de fuego.


EXPLICACIÓN.

El fin de la historia es presentado por Juan como el acto creador de un nuevo universo muy superior en calidad al antiguo. Es un momento al mismo tiempo último (fin de lo antiguo) y primero (inauguración de un mundo nuevo). Pero el estado definitivo de la humanidad no supone su entrada en el mundo divino, sino la presencia de Dios en el mundo humano.

Trono esplendente, sin localización precisa, de Dios, a quien tampoco aquí se nombra; no aparecen ancianos, vivientes ni ángeles (cf. 4,2s). Termina de modo repentino (huyeron) el mundo presente (la tierra y el cielo) (11).

Juicio de todos los hombres sin excepción (grandes y pequeños): el éxito o fracaso de la vida depende de las opciones que cada uno ha hecho (por sus obras; cf. 1 Re 8,39; Job 34,11; Sal 62,13; Jr 17,10; 32,19; Ez 18,30; 24,14; 33,20; Mt 25,31-46). Los que no figuran en el registro de los vivos (cf. 3,5), es decir, los que han optado por la injusticia adoptando los principios del poder opresor (cf. 13,8), no tienen lugar en el mundo definitivo (12). todo queda a la vista de Dios (el mar entregó, etc.); responsabilidad personal (cada uno de ellos) (13).

Dos figuras que personifican la muerte física, la muerte (cf. 1 Cor 15-26) y el abismo, son arrojadas al lago de fuego, que se hace así símbolo de la aniquilación (la segunda muerte, más allá de la muerte física) (14-15).

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