miércoles, 13 de octubre de 2010

LA HUMANIDAD EN LA NUEVA JERUSALÉN. Ap 21,24-22,5.

21 24 Se pasearán las naciones bañadas en su luz, los reyes de la tierra llevarán a ella su esplendor.
25 y sus puertas no se cerrarán de día, pues allí no habrá noche.
26 Llevarán a ella el esplendor y la riqueza de las naciones,
27 pero nunca entrará en ella nada impuro, ni idólatras ni impostores, sólo entrarán los inscritos en el registro de los vivos que tiene el Cordero.

22 1 Me mostró entonces el ángel un río de agua viva, luciente como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.
2 A mitad de la calle de la ciudad, a un lado y otro del río, crecía el árbol de la vida: da doce cosechas, una cada mes del año, y las hojas del árbol sirven de medicina a las naciones. (Ez 47,12).
3 No habrá ya nada maldito. En la ciudad estará el trono de Dios y del Cordero, y sus siervos le prestarán servicio,
4 lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente.
5 Noche no habrá más, ni necesitarán luz de lámpara o del sol, porque el Señor Dios irradiará luz sobre ellos y serán reyes por los siglos de los siglos.


EXPLICACIÓN

A la visión estática de la ciudad sucede la dinámica. Las naciones habitan la ciudad y gozan de su luz (cf. Is 60,3a); los reyes de la tierra, aliados de la fiera, que habían perecido en la batalla final (19,19-21), ceden ahora su esplendor a la ciudad; modo de significar la abdicación y el cese de todo poder, contradictorio con esta sociedad; llevarán a ella su esplendor/gloria: contra Is 49,23; Sal 72,10s, no hay humillación para estos reyes (24). Acogida permanente. cf. Is 60,19s; las tinieblas, resto, como el mar, del caos primitivo (21,1), no existirán en la nueva creación (25). La sociedad definitiva no se construirá solamente a partir de la tradición de Israel, reunirá el fruto de toda la humanidad (cf. Is 60,5) (26). Por contraste, excluye toda maldad; impuro, lo abominable para Dios, lo que se opone a su amor; idólatras (lit. "el que hace abominación", gr. bdélygma, usado para los ídolos y ritos idolátricos), los que profesan y divinizan los falsos valores; impostores, lit. "el que hace/comete falsedad". Sólo tienen lugar en ella los que se han negado a prestar adhesión a la injusticia, a los que Jesús reconoce por suyos (que tiene el Cordero) (27).

El ángel (22,1): se suple el sujeto para evitar la ambigüedad. Río de agua viva, cf. Zac 14,8; Ez 47,1-12, río que sale del templo y que hace el desierto fértil. En la nueva ciudad, el río es de agua via/vivificante, símbolo del Espíritu (Jn 7,38), y sale de Dios mismo y de Jesús; el trono, singular, condición divina de Jesús, el Hombre-Dios; luciente/brillante como cristal, se asocia al agua el tema de la luz (1). A mitad de la calle (2): la vida definitiva se realiza en el contexto social (calle/plaza) propio de la ciudad. El árbol de la vida (cf. Ez 47,12; Gn 2,9; 3,22) se multiplica a los lados del río: abundancia de vida, fruto del Espíritu, incesante (doce cosechas); las hojas, medicinas, cf. Ez 47,12; para las naciones, que, integradas en la jueva Jerusalén, se mantienen en plena salud.

Nada maldito, o bien, "maldición alguna". En la ciudad, el trono: el cielo (cf. 4,2) ha bajado a la tierra. Servicio de todos a Dios y al Cordero, considerados como uno (3). Intimidad (cara a cara, cf. Sal 17,15; 42,3); su nombre (de Dios y del Cordero) en la frente, identificación con Dios y de todos entre sí (4). Ausencia de noche, cf. 21,25; reyes (cf. Dn 7,18.27), corrige "siervos" (v.3), expresando la suprema dignidad y libertad de que gozan; por los siglos, inmutabilidad de esta condición (3). Las visiones terminan con la mención de la luz de Dios y de la dignidad del hombre.

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