miércoles, 6 de octubre de 2010

ALEGRÍA EN EL CIELO. Ap 19,1-10.

19 1 Oí después en el cielo algo que recordaba el vocerío de una gran muchedumbre; cantaban:

- Aleluya.
¡ La victoria, la gloria y el poder
pertenecen a nuestro Dios,
2 porque sus sentencias son legítimas y justas!
Él ha condenado a la gran prostituta
que corrompía la tierra con su fornicación
y le ha pedido cuenta de la sangre de sus
siervos.

3 Y repitieron:

- Aleluya.
El humo de su incendio
sube por los siglos de los siglos.

4 Se postraron los veinticuatro ancianos y los cuatro vivientes rindiendo homenaje a Dios, que está sentado en el trono, y diciendo:

- Amén. Aleluya.

5 Y del trono salió una voz que decía:

-¡Alabad a nuestro Dios todos sus siervos
todos sus fieles,
pequeños y grandes!

6 Y oí algo que recordaba el rumor de una gran muchedumbre, el estruendo del océano y el retumbar de fuertes truenos; decían:

- Aleluya.
¡Ha empezado a reinar
el Señor nuestro Dios,
soberano de todo!
7 Hagamos fiesta, saltemos de gozo
y démosle a él la gloria,
porque han llegado las bodas del Cordero.
La esposa se ha ataviado,
8 le han regalado un vestido
de lino puro, esplendente.

(Y el lino representa
las buenas obras de los consagrados).


9 Entonces me dijo: "Escribe: Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero". Y añadió: "Estas palabras verídicas son de Dios". 10Caí a sus pies para rendirle homenaje, pero él me dijo: "No, cuidado, soy tu compañero de servicio, tuyo y de esos hermanos tuyos que mantienen el testimonio de Jesús; rinde homenaje a Dios". Es que dar testimonio de Jesús equivale a la inspiración profética.EXPLICACIÓN.

Aclamaciones a Dios por su acción; son los últimos coros del libro. El Dios justo no ha tolerado la injusticia y ha rehabilitado a los suyos, injustamente perseguidos y condenados (1-2). De toda la gloria y opulencia anterior no queda más que el humo de la ruina definitiva (3). Último homenaje de los ancianos y los vivientes, que muestran su acuerdo (Amén) y alaban a Dios por lo sucedido (aleluya) (4). Exhortación a la comunidad, para que se una a la alabanza; pequeños y grandes, cf. 11,18; Sal 115,13 (5). La muchedumbre celeste (6; cf. 14,2) celebra la inauguración del reinado de Dios (11,17), es decir, la instauración de la nueva sociedad humana, motivo de gozo inerarrable, descrita en los términos proféticos de la relación esposo-esposa (Os 2,16.19.21; Jr 2,2; 3,1-4; 50,1; 60,10; Ez 16,7s; Sal 45, etc.). La boda, el vínculo de amor y fidelidad con la humanidad rescatada; el vestido de la esposa, regalo del esposo, como el de los siete ángeles de 15,6 (8). El simbolismo nupcial se encontrará con frecuencia en el resto del libro. La frase final (Y el lino representa, etc.) parece una glosa posterior añadida al texto.

El ángel dice a Juan que escriba, para consuelo y ánimo de los cristianos, notificándole el origen divino de sus palabras (9). La eucaristía de las comunidades (cf. 3,20), que expresaba su compromiso por el Reino, era anticipo del banquete definitivo de la humanidad liberada. Se les asegura que su empeño y su esperanza no son vanos.

No hay que apreciar más el carisma profético que el testimonio de la vida. No hay distinción real. El ángel mismo, portador de palabras divinas, no es superior a Juan (profeta) ni a los cristianos que viven su adhesión a Jesús. Los cristianos profetas en la acción (10).

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