miércoles, 13 de octubre de 2010

EPÍLOGO. El ángel, Juan y Jesús autentican el libro. Ap 22,6-21.

6 Me dijo: "Estas palabras son dignas de fe y verdaderas". El Señor Dios que inspira a los profetas envió su ángel para que mostrase a sus siervos lo que tiene que suceder en breve.
7 "Voy a llegar en seguida, dichoso el que hace caso de la profecía contenida en este libro".
8 Soy yo, Juan, quien vio y oyó todo esto. Al oírlo y verlo caí a los pies del ángel que me lo mostraba, para rendirle homenaje,
9 pero él me dijo: "No, cuidado, yo soy tu compañero de servicio, tuyo y de tus hermanos los profetas y de los que hacen caso de las palabras de este libro; rinde homenaje a Dios".
10 Él me dijo: "No selles el mensaje profético contenido en este libro, que el momento está cerca.
11 El que daña, siga dañando; el manchado, siga manchándose; el honrado, siga portándose honradamente; el consagrado, siga consagrándose".
12 "Voy a llegar en seguida, llevando mi recompensa para retribuir a cada uno conforme a la calidad de su trabajo.
13 Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin".
14 "Dichosos los que lavan su ropa para tener derecho al árbol de la vida y entrar por las puertas de la ciudad.
15 Fuera los perros, los hechiceros, los lujuriosos, los asesinos, los idólatras y todo amigo de cometer fraudes".
16 "Yo, Jesús, envié mi ángel para que os declarase esto acerca de las iglesias. Yo soy el retoño y el linaje de David, el lucero brillante de la mañana".
17 Dicen el Espíritu y la esposa: "¡Ven!"
Dida el que escucha:¡Ven!"
Quien tenga sed, que se acerque; el que quiera, coja de balde agua viva.
18 A todo el que escucha la profecía contenida en este libro, le declaro yo: Si alguno añade algo, Dios le mandará las plagas descritas en este libro.
19 Y si alguno suprime algo de las palabras proféticas escritas en este libro, Dios lo privará de su parte en el árbol de la vida y en la ciudad santa descritos en este libro.
20 El que se hace testigo de estas cosas dice: "Sí, voy a llegar en seguida".
Amén. Ven, Señor Jesús.
21 El favor del Señor Jesús esté con todos.


EXPLICACIÓN.

El epílogo presenta cierta forma de diálogo, pero a menudo es muy difícil determinar quién es el sujeto que habla.

EL ángel certifica la verdad de lo contenido en el libro (cf. 21,5); que inspira a los profetas: en gr. pneuma puede significar "espíritu" o "inspiración", cf. 1 Jn 4,1-3; se trata de los profetas cristianos, bien conocidos en las comunidades; la profecía de Juan es un desarrollo de esa línea profética; lo que tiene que suceder en breve, Juan espera que el proceso de caída de los poderes descrito en el libro empiece a notarse en la historia (6).

Tres veces anuncia Jesús en este capítulo la proximidad de su llegada (cf. 22,12.20) (7). En el libro, sin embargo, no se describe una parusía final; el juicio no lo realiza el Mesías, sino Dios (20,11-15); el mundo nuevo comienza con una nueva creación (21,1.5) y la bajada desde el cielo de la nueva Jerusalén (21,2.10). El anuncio de 1,7 ha de referirse, por tanto, a un acontecimiento histórico que manifieste la condición divina (entre las nubes) del crucificado (al que traspasaron, Jn 19,34.37; Zac 12,10) y haga rectificar a los hombres (plañirán por él). Por otra parte, en 2,16 la llegada inminente concierne solamente a la comunidad de Pérgamo, para eliminar un mal; en 3,11 a la de Filadelfia, para mantenerla en su fidelidad; en ninguno de los dos casos implica la llegada el fin de la historia.

Dichoso el que hace caso, el mensaje contenido en el libro, la certeza del futuro le dará fuerzas para superar las dificultades del presente.

Juan se declara testigo de las visiones y de las palabras sobre la Jerusalén celeste; sabe que no son invención suya (cf. 1,9) (8). De nuevo el ángel rechaza el homenaje de Juan; no es más que un compañero de servicio; los profetas, los que dan testimonio de Jesús; los que hacen caso, etc.: aceptan el contenido del libro los que han comprendido y asimilado el mensaje (cf. 19,,10 (9).

No selles (10), porque el libro se refiere a sucesos contemporáneos, al contrario, en Dn 8,26. Dada la cercanía de los acontecimientos, hay que conocer sin tardanza el contenido del libro; el momento está cerca, cf. 1,3. Se van afirmando las buenas o malas opciones; no hay lugar para términos medios (Dn 12,10) (11).

Jesús anuncia por segunda vez su inminente llegada (12); la retribución no mira las disposiciones interiores, sino su traducción en la práctica, cf. 20,12s. Jesús, igual a Dios: el Alfa y la Omega, cf. 1,8; 21,6; el primero y el último, 1,17; 2,8; Is 44,6; 48,12; el principio y el fin; 21,6 (13).

Bienaventuranza: plenitud de vida definitiva; lavan su ropa en la sangre del Cordero, cf. 7,14; el árbol de la vida, 2,7; 22,2.19. Exclusión de los egoístas, injustos y falsos, cf. 21,8.27; perros, modo judío de llamar a los paganos; en el lenguaje de Juan, los que persisten en los falsos valores del paganismo (15).

Jesús confirma y hace suyo el mensaje del ángel (cf. 1,1); os declararse, a los miembros de las siete iglesias (1,4). El retoño; etc.: en él se cumple la aspiración y el ideal expresado en el AT, cf. 5,5; el lucero, cf. 2,28 (16). La insistencia sobre la autenticidad del libro hace sospechar que éste fue objeto de controversia ya desde el principio.

Anhelo de la comunidad animada por el Espíritu (cf. las conclusiones a las siete cartas, caps. 2-3); la esposa, 19,7; 21,2.9 (17). Invitación a los presentes (Diga el que escucha). Llamada universal a participar del agua viva, es decir, a encontrarse personalmente con Jesús: cf. 21,6.

El libro, intangible. La grave amenaza indica la importancia de lo escrito y el peligro de que sea alterado (18-19).

Jesús anuncia por tercera vez en este capítulo y de modo enfático () su inminente llegada. Deseo de la comunidad; Ven, Señor Jesús, el arameo Marana tha, " "Señor nuestro, ven", cf. 1 Cor 16,22 (20). Saludo final (cf. 1,4) (21).

LA HUMANIDAD EN LA NUEVA JERUSALÉN. Ap 21,24-22,5.

21 24 Se pasearán las naciones bañadas en su luz, los reyes de la tierra llevarán a ella su esplendor.
25 y sus puertas no se cerrarán de día, pues allí no habrá noche.
26 Llevarán a ella el esplendor y la riqueza de las naciones,
27 pero nunca entrará en ella nada impuro, ni idólatras ni impostores, sólo entrarán los inscritos en el registro de los vivos que tiene el Cordero.

22 1 Me mostró entonces el ángel un río de agua viva, luciente como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.
2 A mitad de la calle de la ciudad, a un lado y otro del río, crecía el árbol de la vida: da doce cosechas, una cada mes del año, y las hojas del árbol sirven de medicina a las naciones. (Ez 47,12).
3 No habrá ya nada maldito. En la ciudad estará el trono de Dios y del Cordero, y sus siervos le prestarán servicio,
4 lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente.
5 Noche no habrá más, ni necesitarán luz de lámpara o del sol, porque el Señor Dios irradiará luz sobre ellos y serán reyes por los siglos de los siglos.


EXPLICACIÓN

A la visión estática de la ciudad sucede la dinámica. Las naciones habitan la ciudad y gozan de su luz (cf. Is 60,3a); los reyes de la tierra, aliados de la fiera, que habían perecido en la batalla final (19,19-21), ceden ahora su esplendor a la ciudad; modo de significar la abdicación y el cese de todo poder, contradictorio con esta sociedad; llevarán a ella su esplendor/gloria: contra Is 49,23; Sal 72,10s, no hay humillación para estos reyes (24). Acogida permanente. cf. Is 60,19s; las tinieblas, resto, como el mar, del caos primitivo (21,1), no existirán en la nueva creación (25). La sociedad definitiva no se construirá solamente a partir de la tradición de Israel, reunirá el fruto de toda la humanidad (cf. Is 60,5) (26). Por contraste, excluye toda maldad; impuro, lo abominable para Dios, lo que se opone a su amor; idólatras (lit. "el que hace abominación", gr. bdélygma, usado para los ídolos y ritos idolátricos), los que profesan y divinizan los falsos valores; impostores, lit. "el que hace/comete falsedad". Sólo tienen lugar en ella los que se han negado a prestar adhesión a la injusticia, a los que Jesús reconoce por suyos (que tiene el Cordero) (27).

El ángel (22,1): se suple el sujeto para evitar la ambigüedad. Río de agua viva, cf. Zac 14,8; Ez 47,1-12, río que sale del templo y que hace el desierto fértil. En la nueva ciudad, el río es de agua via/vivificante, símbolo del Espíritu (Jn 7,38), y sale de Dios mismo y de Jesús; el trono, singular, condición divina de Jesús, el Hombre-Dios; luciente/brillante como cristal, se asocia al agua el tema de la luz (1). A mitad de la calle (2): la vida definitiva se realiza en el contexto social (calle/plaza) propio de la ciudad. El árbol de la vida (cf. Ez 47,12; Gn 2,9; 3,22) se multiplica a los lados del río: abundancia de vida, fruto del Espíritu, incesante (doce cosechas); las hojas, medicinas, cf. Ez 47,12; para las naciones, que, integradas en la jueva Jerusalén, se mantienen en plena salud.

Nada maldito, o bien, "maldición alguna". En la ciudad, el trono: el cielo (cf. 4,2) ha bajado a la tierra. Servicio de todos a Dios y al Cordero, considerados como uno (3). Intimidad (cara a cara, cf. Sal 17,15; 42,3); su nombre (de Dios y del Cordero) en la frente, identificación con Dios y de todos entre sí (4). Ausencia de noche, cf. 21,25; reyes (cf. Dn 7,18.27), corrige "siervos" (v.3), expresando la suprema dignidad y libertad de que gozan; por los siglos, inmutabilidad de esta condición (3). Las visiones terminan con la mención de la luz de Dios y de la dignidad del hombre.

viernes, 8 de octubre de 2010

LA NUEVA JERUSALÉN. Ap 21,9-23.

9 Se acercó uno de los siete ángeles que tenían los siete cuencos llenos de las siete plagas últimas y me habló así: "Ven acá, voy a mostrarte a la novia, a la esposa del Cordero".
10 En visión profética me transportó a la cima de una montaña grande y alta y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo de junto a Dios.
11 radiante con la gloria de Dios. Brillaba como una piedra preciosísima parecida a jaspe claro como cristal.
12 Tenía una muralla grande y alta con doce puertas; en las puertas doce ángeles y en cada una grabado el nombre de una de las tribus de Israel;
13 tres puertas daban a oriente, tres puertas al norte, tres puertas al sur, tres puertas a occidente (Ez 48,31-35).
14 La muralla tenía doce basamentos con doce nombres grabados: los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
15 El que me hablaba tenía una vara de medir de oro, para medir la ciudad, las puertas y la muralla.
16 La planta de la ciudad es cuadrada igual de ancha que de larga. Midió la ciudad con la vara y resultaron cuatrocientas cincuenta y seis leguas; la longitud, la anchura y la altura son iguales.
17 Midió la muralla: ciento cuarenta y cuatro codos, medida humana que usaba el ángel.
18 La mampostería del muro era de jaspe y la ciudad de oro puro, parecido a vidrio claro.
19 Los basamentos de la muralla de la ciudad estaban incrustados de toda clase de piedras preciosas: el primero de jaspe, el segundo de zafiro, el tercero de calcedonia, el cuarto de esmeralda,
20 el quinto de ónix, el sexto de granate, el séptimo de crisólito, el octavo de aguamarina, el noveno de topacio, el décimo de ágata, el undécimo de jacinto, el duodécimo de amatista.
21 Las doce puertas eran doce perlas, cada puerta hecha de una sola perla. Las calles de la ciudad eran de oro puro, como vidrio transparente.
22 Templo no vi ninguno, su templo es el Señor Dios, soberano de todo, y el Cordero.
23 La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero.


EXPLICACIÓN.

Como en el caso de Babilonia, la gran prostituta (17,1), es uno de los ángeles ejecutores de las últimas plagas quien muestra la Esposa a Juan; este vínculo entre las dos escenas indica que la existencia de la nueva realidad exigía la desaparición de la antigua abominación (los siete cuencos) (9).

Visión de la nueva ciudad, en todo su esplendor (10-11). SU disposición no recuerda en nada la de la antigua Jerusalén. Juan se inspira en Ez 48,30-34. Doce puertas con los nombres de las tribus de Israel, cf. Ez 48,30s. Está abierta a los cuatro puntos cardinales, a todos los pueblos, une toda la historia, el antiguo Israel en su dimensión escatológica (doce tribus) y el nuevo Israel universal (doce apóstoles). Los doce ángeles en las puertas son el anuncio de la presencia divina en el interior de la ciudad (12-14).

Enorme tamaño de la ciudad: cuatrocientas cincuenta y seis leguas de lado, algo más de dos mil doscientos kilómetros; lit. "doce mil estadios", número simbólico basado en el "doce" repetido antes, pero que, de hecho, representa mil veces más de lo que Ezequiel anunciaba para la Jerusalén reconstruida (48,16: "cuatro mil quinientos codos" de lado, dos mil doscientos cincuenta metros). Las dimensiones responden al incontable número de sus ciudadanos. La altura, igual a la longitud y a la anchura, no puede constituir una ciudad cúbica, sino más bien en forma de pirámide; la muralla tiene unos 70 metros de alto (ciento cuarenta y cuatro codos, doce por doce); medida humana (dicho sólo de la muralla): que no sobrepasa nuestra capacidad de representación (15-17).

Son notables las coincidencias entre la planta de esta ciudad y la de la antigua Babilonia; también ésta tenía forma cuadrangular, el Éufrates la atravesaba y la calle principal bordeaba el río (cf. 21,21; 22,1s). Su silueta estaba dominada por las torre o zigurat de 91 m. de alto, que le daba cierta apariencia piramidal. Parece como si la nueva ciudad asumiese en sí, rectificándolos y llevándolos a su máximo, todos los logros humanos.

La muralla es transparente (jaspe) y lo mismo la ciudad entera (oro parecido a vidrio) (18). Juan se esfuerza por describir el esplendor de la ciudad con toda clase de imágenes de pedrería, cf. Is 52,11s; las doce diferentes clases de piedras que incrustan los basamentos de la muralla pueden estar inspiradas en las del pectoral del sumo sacerdote, donde cada piedra representaba una tribu, cf. Éx 28,15-21 (19-20). También el oro de las calles es transparente como vidrio (21). Nada impide la difusión de la luz que irradia de Dios. La insistencia en el oro como material de construcción de la ciudad simboliza la excelencia y suprema calidad de esta morada de Dios con los hombres.

Juan parece haber esperado encontrar un templo, como en la visión de Ezequiel 40ss. Pero en esta ciudad son superfluos los símbolos, el contacto con Dios y Jesús es inmediato y continuo; toda claridad procede directamente de Dios (no necesita sol y luna, cf. Is 24,23; 60,19s), que habita con los hombres, y de Jesús, muerto por los hombres y resucitado (el Cordero); la gloria de Dios la ilumina, cf. Is 60,1; Ez 43,4s (22-23). En la tradición joanea, la luz es el resplandor de la vida (Jn 1,4), que, a su vez, se identifica con el amor: la ciudad está bañada por la vida de Dios y llenada por su amor, ambos presentes en Jesús.

NUEVO UNIVERSO Y NUEVA CIUDAD. Ap 21,1-8.

21 1 Vi entonces un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y el mar ya no existía.
2 Y Vi bajar del cielo, de junto a Dios, a la ciudad santa, la nueva Jerusalén, ataviada como una novia que se adorna para su esposo.
3 Y oí una voz potente que decía desde el trono:

- Ésta es la morada de Dios con los hombres;
él habitará con ellos
y ellos serán su pueblo (Ez 37,27).
Dios en persona estará con ellos
y será su Dios.
4 Él enjugará las lágrimas de sus ojos,
ya no habrá más muerte ni luto
ni llanto ni dolor,
pues lo de antes ha pasado.

5 Y el que estaba sentado en el trono dijo:
- Todo lo hago nuevo.
Y añadió:
- Escribe, que estas palabras son fidedignas y verídicas.
6 Y me dijo todavía:
- Ya son un hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al sediento, yo le daré a beber de balde de la fuente de agua viva.
7 Quien salga vencedor heredará esto, porque yo seré su Dios y él será mi hijo.
8 En cambio, a los cobardes, infieles, nefandos, asesinos, lujuriosos, hechiceros e idólatras ya todos los embusteros les tocará en suerte el lago de azufre ardiendo, que es la segunda muerte.


EXPLICACIÓN.

Visión del cielo y tierra nuevos, cf. Is 65,17. Nueva creación, definitiva, que no se opone a la antigua, pero que representa un salto cualitativo respecto a ella, en función de la nueva realidad del hombre y de su relación con Dios. No desaparece el mundo en la infinitud de Dios, se transforma en mundo de Dios, una vez eliminado todo lo que, debido a la alineación del hombre, le impedía ser transfigurado por el amor de Dios. El mar, concebido como el residuo del caos primitivo, no tiene lugar en el orden nuevo; cf. Is 51,9s (1).

Nueva visión (2). Idealmente, Jerusalén debía haber sido la ciudad cuyo centro era Dios, presente en el templo, pero había sido infiel a esta vocación; no es ella la que es glorificada. Nueva Jerusalén, cf. Is 60,1-9; 65, 18s; Ez 48,35; el prototipo de la nueva sociedad, don de Dios a los hombres, en la nueva creación; ciudad santa, santificada por la presencia divina. Como una novia: van a celebrarse las bodas del Cordero (19,7-9), símbolo de la relación de fidelidad y amor entre Jesús y la humanidad nueva.

La voz de Dios o de Jesús (desde el trono) (3-4): la ciudad misma es la morada de Dios (cf. Éx 29,45; Is 12,6; Ez 37,27; Zac 8,8), no necesitará un templo (cf. 21,22; Éx 25,8); ha terminado el misterio del santuario; la presencia de Dios no inspira temor; ellos serán su pueblo, formado ahora por hombres de todas las naciones (cf. 5,9s) (3). Amor y ternura de Dios; consuelo definitivo, cf. Is 25,8; 35,10; 65,16-19. Lo de antes, el doloroso proceso de la humanidad (4).

Por primera vez en el libro se explicita que es Dios quien habla (5); pronuncia la palabra final, que cumple su designio. Juan debe comunicarlo a las comunidades (Escribe; cf. 1,11, orden de un ángel; 1,19, de Jesús; 14,13, de una voz potente; 21,5, de Dios).

La ciudad definitiva no es una imaginación, ciertamente existirá (Ya son un hecho, cf. 16,17). Dios, al principio y al fin de la historia (el Alfa y el Omega, cf. 1,8; 22,13, de Jesús). La plenitud de vida (agua viva/vivificante, cf. Is 55,1-3; Jn 4,10.14; 7,17), don de Dios (de balde), saciará toda aspiración humana (al sediento) (6). Quien salga vencedor (7), cf. 2,7.11.26; 3,5.12.21, a semejanza de la victoria de Jesús /5,5), la del amor que se opone a la injusticia y llega hasta dar la vida; como Jesús es el Hijo de Dios, todos los que venzan tras él (cf. 12,11; 15,2) serán también hijos (cf. 2 Sm. 7,14) y, por tanto, herederos (heredará). Aviso a las comunidades: los que viven en la falsedad se excluyen de la ciudad y de la vida (8).

JUICIO UNIVERSAL Y DERROTA DE LA MUERTE. Ap 20,11-15.

11 Vi un trono magnífico y brillante y al que estaba sentado en él; huyeron de su presencia la tierra y el cielo y desaparecieron definitivamente.
12 Vi también a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante el trono de Dios. Se abrieron unos libros y abrieron luego un libro aparte, el registro de los vivos. Juzgaron a los muertos por sus obras, según lo escrito en en los libros.
13 El mar entregó sus muertos, la muerte y el abismo entregaron sus muertos, y cada uno de ellos fue juzgado por sus obras.
14 A la muerte y al abismo los echaron al lago de fuego. El lago de fuego es la segunda muerte.
15 Y a todo el que no estaba escrito en el registro de los vivos lo arrojaron al lago de fuego.


EXPLICACIÓN.

El fin de la historia es presentado por Juan como el acto creador de un nuevo universo muy superior en calidad al antiguo. Es un momento al mismo tiempo último (fin de lo antiguo) y primero (inauguración de un mundo nuevo). Pero el estado definitivo de la humanidad no supone su entrada en el mundo divino, sino la presencia de Dios en el mundo humano.

Trono esplendente, sin localización precisa, de Dios, a quien tampoco aquí se nombra; no aparecen ancianos, vivientes ni ángeles (cf. 4,2s). Termina de modo repentino (huyeron) el mundo presente (la tierra y el cielo) (11).

Juicio de todos los hombres sin excepción (grandes y pequeños): el éxito o fracaso de la vida depende de las opciones que cada uno ha hecho (por sus obras; cf. 1 Re 8,39; Job 34,11; Sal 62,13; Jr 17,10; 32,19; Ez 18,30; 24,14; 33,20; Mt 25,31-46). Los que no figuran en el registro de los vivos (cf. 3,5), es decir, los que han optado por la injusticia adoptando los principios del poder opresor (cf. 13,8), no tienen lugar en el mundo definitivo (12). todo queda a la vista de Dios (el mar entregó, etc.); responsabilidad personal (cada uno de ellos) (13).

Dos figuras que personifican la muerte física, la muerte (cf. 1 Cor 15-26) y el abismo, son arrojadas al lago de fuego, que se hace así símbolo de la aniquilación (la segunda muerte, más allá de la muerte física) (14-15).

jueves, 7 de octubre de 2010

DERROTA DEL DRAGÓN. Ap 20,1-10.

20 1 Vi entonces un ángel que bajaba del cielo llevando la llave del abismo y una cadena grande en la mano.
2 Agarró al dragón, la serpiente primordial, el diablo o Satanás, y lo encadenó para mil años.
3 Lo arrojó al abismo, echó la llave y puso un sello encima, para que no pueda extraviar a las naciones antes que se cumplan los mil años. Después tiene que estar suelo por un poco de tiempo.
4 Vi también tronos, donde se sentaron los encargados de pronunciar sentencia; vi también con vida a los decapitados por dar testimonio de Jesús y proclamar el mensaje de Dios, los que no habían rendido homenaje a la fiera ni a su estatua y no habían llevado su marca en la frente ni en la mano. Éstos tuvieron vida y fueron reyes con el Mesías mil años.
5 (El resto de los muertos no volvió a la vida hasta pasados los mil años.)
6 Ésta es la primera resurrección. Dichoso y santo aquel a quien le toca en suerte la primera resurrección, sobre ellos la segunda muerte no tiene poder: serán sacerdotes de Dios y del Mesías y serán reyes con él los mil años.
7 Pasados los mil años soltarán a Satanás de la prisión.
8 Saldrá él para engañar a las naciones de los cuatro lados de la tierra, a Gog y Magog, y reclutarlos par ala guerra, incontables como las arenas del mar.
9 Subieron a la llanura y cercaron el campamento de los consagrados y la ciudad predilecta, pero bajó fuego del cielo y los devoró.
10 Al diablo que los había engañado lo arrojaron al lago de fuego y azufre con la fiera y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.


EXPLICACIÓN.

Un ángel sin otras calificaciones (cf. 10,1; 18,1); la llave del abismo, cf. 9,1. Juan adapta el mito de la prisión de las fuerzas del caos; la nueva sociedad no será perturbada por el tentador, por los principios y las seducciones que falseaban la vida del hombre, y se abrirá una posibilidad a la humanidad entera (las naciones). A los tres años y medio de http://www.blogger.com/img/blank.gifpersecución (11,2s; 12,6) se oponen los mil años de paz, una vez desterrado el poder opresor. El número mil se aplica a las realidades históricas para subrayar que en ellas se ejerce la acción del Mesías. Algunos opinan que Juan se inspira en la concepción judía según la cual a cada día de la creación habrían de corresponder mil años de historia; estos "mil años" serían el descanso final, el sábado de la historia humana; sin embargo, la anunciada libertad del dragón por un poco de tiempo parece oponerse a esta idea (1-3).

El juicio (4), con jueces anónimos y en número imprecisado, se celebra solamente para rehabilitar a los que habían sufrido la muerte, por no ceder a la presión y amenazas del poder injusto (13,14-16; 14,9.1; 15,2; 16,2; 19,20); no hay sentencia condenatoria; con vida aun antes de la resurrección, cf. 6,9. La primera resurrección cumple en los mártires las promesas expresadas al princpio del libro (1,6; 5,10: sacerdotes y reyes) en favor de todos los cristianos. Juan no utiliza el verbo "resucitar", sino "vivir" (tuvieron vida).

El período de los mil años puede así considerarse como la posiblidad histórica de una sociedad humana nueva, que ha tenido su origen en el mensaje de Jesús. En ella, no terrenalmente, sino desde su condición de resucitado, reina éste como Mesías (reino mesiánico), es decir, despliega la actividad de su Espíritu, pero asocia a ese reinado suyo a los mártires, que participan de la condición de resucitados; éstos, además, son los intercesores privilegiados que actúan en favor de esa sociedad (sacerdotes). La primera resurrección (6) no es, por tanto, la mera rehabilitación de la memoria de los mártires, viendo en ellos un modelo de seguimiento de Jesús, sino su presencia activa con él desde la esfera divina en la nueva sociedad humana.

El hecho de que sólo se mencionen los mártires (concretamente, los decapitados) como asociados al reinado del Mesías aboga en favor de esta interpretación. De lo contrario, habría que preguntarse cuál es la suerte de los cristianos que se han mantenido fieles, aunque sin llegar al martirio, y a los que se había prometido el mismo privilegio.

El resto de los muertos no tiene aún la clase de de vida propia de los mártires (5).

Los que han obtenido la primera resurrección son los que han superado la muerte física; ya no hay amenaza de muerte para ellos; esto explica su papel en la sociedad nueva (6).

Esta sociedad se verá amenazada una vez más por las fuerzas destructoras, que harán su campaña de engaño, proponiendo de nuevo los falsos valores que parecían desterrados. Gog y Magog, en Ez 38-39, rey mítico y su reino, enemigos del pueblo de Dios; en este pasaje, dos reyes, expresión mítica de los enemigos del plan de Dios (7-8).

Último intento de suprimir a la humanidad liberada, la ciudad predilecta de Dios, anulado por Dios mismo (fuego del cielo, cf. Ez 38,22; Zac 12,9; 2 Re 1,10.12, etc.). Derrota definitiva del poder (lago de fuego); la expresión por los siglos, más que una duración ilimitada significa el carácter irrevocable e inmutable de la sentencia dada (9-10).

miércoles, 6 de octubre de 2010

RUINA DE LA FIERA. Ap 19,11-21.

11 Vi el cielo abierto y apareció un caballo blanco; su jinete se llama el fiel y el leal, porque lleva razón en el juicio y en la guerra.
12 Sus ojos llameaban, ceñían su cabeza mil diademas y llevaba grabado un nombre que sólo él conoce.
13 Iba envuelto en una capa tinta en sangre y lo llamaban Palabra de Dios.
14 Lo seguían las tropas del cielo en caballos blancos, vestidos de lino blanco puro.
15 De su boca salía una espada aguda, para herir con ella a las naciones, pues él va a regirlas con cetro de hierro (Sal 2,9) y a pisar el lagar del vino de la furiosa cólera de Dios, soberano de todo.
16 En la capa y en el muslo llevaba escrito un título: "Rey de reyes y Señor de señores".
17 Vi entonces un ángel de pie en el sol, que dio un grito estentóreo, diciendo a todas las aves que vuelan por mitad del cielo: "Venid acá, reuníos para el gran banquete de Dios,
18 comeréis carne de reyes, carne de generales, carne de valientes, carne de caballos y de jinetes, carne de hombres de toda clase, libres y esclavos, pequeños y grandes".
19 Vi a la fiera y a los reyes de la tierra con sus tropas reunidos para hacer la guerra contra el jinete del caballo y su ejército.
20 Capturaron a la fiera y con ella al falso profeta que efectuaba señales a su vista, extraviando con ellas a los que llevaban la marca de la fiera y veneraban su estatua.
21 A los dos los echaron vivos en el lago de azufre ardiendo. A los demás los mató el jinete con la espada que sale de su boca, y las aves todas se hartaron de su carne.


EXPLICACIÓN.

Nueva visión (11). Se ve el caballo blanco, propio del vencedor; la figura del jinete se irá delineando gradualmente, aunque desafía toda prescripción. Se representa un desfile: el general en cabeza, seguido por sus tropas. Se proclama el triunfo ya antes de la batalla.,

El fiel y el leal, cf. 3,14; sus ojos llameaban, cf. 1,12; 2,18; mil diabdemas, las insignias de los reyes de la tierra, destronados por él (12). Su nombre puede leerse, pero no se comprende (nadie lo conoce): calidad única de su persona. Capa tinta en sangre (cf. Is 63,1-3), su victoria se debe a su pasión y muerte; Palabra de Dios, el proyecto divino, el mandamiento divino, el mensaje, se realizan en Jesús. Sus tropas, sin armas, en traje de triunfo (cf. 7,14) (14). Su arma, la palabra (cf. 2,12.16; 19,21; Is 11,4), que hiende toda mentira, desenmascara toda hipocresía y humilla toda arrogancia; esta victoria reinterpreta los términos de Sal 2,9 (15). Título, cf. 17,14.

Fracaso total y aniquilación de los adversarios, descritos en los términos usados por Ez 39,17-20 para la batalla mítica contra Gog. La crudeza de las expresiones muestra claramente tratarse de un lenguaje simbólico (17-18).

La coalición, preparada para la batalla final; se vuelve a la escena de 16,16. La victoria sin esfuerzo indica la maduración de la humanidad; las dos figuras simbólicas, el poder opresor (la fiera) y su propagandista (el falso profeta) encuentran su fin (el lago de azufre ardiendo, cf. 20,20.15; Is 30,22). Los que se han identificado con el poder y su injusticia no sobreviven (19-21). El único que combate es Jesús y su única arma es su palabra: su mensaje, presente en el mundo, acabará por derrotar el mal.