martes, 24 de agosto de 2010

5. Estructura.

Se ha disputado mucho sobre el plan del libro y se ha expresado toda clase de opiniones: unos han querido basarlo sobre el número 7, que tantas veces aparece, pero éste no puede considerarse clave de composición sin forzar la estructura. Otros han preferido ver la combinación de dos obras de época diferente, una escrita bajo Nerón, otra bajo Domiciano. Ninguna de las hipótesis propuestas es convincente. En todo caso, el material simbólico que usó el autor para expresar su experiencia personal lo encontró ciertamente en fuentes judías y quizá también en escritos cristianos preexistentes.

La división del libro en dos partes está anunciada por el autor del mismo en la primera visión: "lo que está sucediendo" y "lo que va a suceder después" 81,19).

"Lo que está sucediendo" se refiere a la situación de las siete iglesias de Asia Menor, a quienes Juan tiene la misión de confortar en nombre de Jesús (1,9-3,22).

"Lo que va a suceder después" describe en términos simbólicos la intervención de Dios para salvar a la humanidad.

Después de la gran visión inaugural de la segunda parte (4,1-5,14), Jesús abre el rollo que contiene el plan salvador de Dios y comienza su ejecución. En la segunda sección -los primeros dolores- se permite al orgullo del poder humano desencadenarse sobre la tierra, dañando con sus consecuencias, guerra, hambre, muerte, a la cuarta parte de la humanidad. Ante este espectáculo aterrador, el autor conforta a las Iglesias, mostrándoles que su grito de angustia recibe una respuesta de Dios y que éste las protege en medio del mundo, para llevarlas a la gloria que las espera.

Al abrirse el séptimo sello comienza la serie de las trompetas, signo del combate y de victoria. Las cuatro primeras provocan desastres naturales parciales, que buscan hacer recapacitar a los hombres (9,20-21; 15,4; 16,9.11); la quinta y la sexta desencadenan plagas diabólicas; la quinta, una plaga al parecer insignificante, pero dolorosa; la sexta, una plaga violenta y aterradora.

Antes de la séptima trompeta, la del combate final y la victoria, se precisa el mensaje de Juan; recibe una nueva misión que rebasa el horizonte de las siete iglesias (10,11), la de exponer en detalle esta etapa, explicando el sentido profundo de la historia entera; aún no se había mencionado la batalla trascendente que tiene lugar en el mundo ni los contendientes inmediatos en esta batalla. En un primer esbozo señala la misión histórica de la Iglesia, simbolizada por los dos testigos, que es proclamar ante el mundo el evangelio; el poder del mundo usa la violencia para sofocar su voz, pero inútilmente, pues ella completa su testimonio (11,7).

Ante esta realidad de persecución suena la trompeta final, acogida con aclamaciones y acción de gracias a Dios, que por fin va a exterminar la injusticia del mundo. Transmite Juan entonces el contenido del librito, revelando que es en realidad el diablo quien lucha contra la comunidad de salvación, pretendiendo anular el plan de Dios después de su derrota celeste (12,7-9). En la época de Juan, Satanás ha encontrado un instrumento para llevar a cabo su obra destructora, el Imperio romano, simbolizado por la fiera, que exige adoración divina (13,1-18).

Los dos contendientes son, por tanto, el dragón y el Mesías y, en el mundo visible, el Imperio y la comunidad cristiana, reunida en torno a Jesús (14,1-5). Pero el éxito no es dudoso, tres ángeles predicen la victoria (14,6-13) y se da una visión anticipada del juicio de salvación y condenación en que acabará el combate (14,14-20).

Una vez aclarado el sentido profundo y el desenlace de la contienda, empieza la ofensiva de Dios contra el poder opresor, la fiera, simbolizada por la serie de siete cuencos llenos de su furor. Los ya salvados entonan una alabanza, aclarando el sentido de las plagas que pretenden destruir el mal para que las naciones puedan reconocer al verdadero Dios (15,1-4). El ataque de Dios les demuestra lo nocivo de su identificación con la idolatría del Imperio (16,2), les echa en cara la sangre derramada (16,3-7) y hace irrespirable el ambiente (16,8-9); alcanza luego el trono mismo de la fiera, cambiando el optimismo en desorientación (16,10-11), y prepara la destrucción del Imperio por la invasión extranjera (16,12). El ataque directo de Dios provoca un desesperado intento de contraataque, que se resolverá en la batalla final (16,13-14.16; cf. 19,11-21). Antes de describirla, el autor va a precisar en qué consistirá la derrota, que él ve encarnada en la ruina de Roma: describe la relación entre la fiera y la capital del Imperio (17,1-8), y con anuncios, lamentaciones y acciones simbólicas, la caída de Roma, de la que el cielo se alegra (18,1-19,10). Llega finalmente a la descripción de la batalla final, en la que Jesús Mesías vencerá definitivamente al poder opresor (19,11-21). Se impedirá al autor del mal, el diablo, toda actividad durante un largo período de tiempo en que una primera resurrección inaugura la nueva libertad. El último intento de Satanás lo llevará a su ruina definitiva.

La victoria del Mesías va abatiendo a todos sus enemigos, por último a la muerte. Llegará entonces el don de Dios a los hombres, la nueva Jerusalén.

En la segunda parte del libro hay, pues, entrelazadas una sucesión temática y otra simbólica: La sucesión temática expone en primer lugar algunos hechos: desastres, protección divina, victoria final (6,1-9,21), pero sin analizar sus causas profundas. Sólo el librito profético revela el trasfondo de lo ya escrito, precisa quiénes son los verdaderos contendientes en sus dos aspectos, histórico (Iglesia-Imperio) y trascendente (Cristo-Satanás) y en qué consistirá la victoria, es decir, en la ruina del Imperio perseguidor, simbolizado por su capital (Babilonia-Roma). Sigue la serie de victorias y el establecimiento del reinado de Dios en el mundo nuevo.

La sucesión simbólica, en cambio, tiene su eje en las series septenarias, no independientes, sino subordinadas: el séptimo elemento de cada serie despliega en otro septenario; el séptimo sello incluye a las siete trompetas y la séptima trompeta a los siete cuencos.

Los puntos de articulación de las dos sucesiones no coinciden. para evitar confusiones al lector que, en caso de adoptar la sucesión temática, vería desmembrarse los septenarios, adoptamos en la división del texto la sucesión simbólica.

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