viernes, 17 de septiembre de 2010

II. LO QUE VA A SUCEDER DESPÚES. PRIMERA SECCIÓN: VISIÓN INAUGURAL.Apocalipsis 4,1-5,14.

4, 1 En la visión apareció después una puerta abierta en el cielo; la voz con timbre de trompeta que me habló al principio decía: "Sube aquí y te mostraré lo que va a suceder después".
2 Al momento me arrebató el Espíritu.
Había un trono en el cielo y alguien sentado en el trono.
3 El que estaba sentado en el trono parecía de jaspe y granate, y el trono irradiaba todo alrededor un halo que parecía de esmeralda.
4 En círculo, alrededor del trono, había otros veinticuatros tronos, y sentados en ellos veinticuatro ancianos con vestiduras blancas y coronas de oro en la cabeza.
5 Del trono salen relámpagos, estampidos y truenos; ante el trono arden siete lámparas, los siete espíritus de Dios,
6 y delante se extiende una especie de mar, transparente como cristal.
En el centro, alrededor del trono, había cuatro vivientes tachonados de destellos por delante y por detrás;
7 el primero se parecía a un león, el segundo a un novillo, el tercero tenía cara de hambre y el cuarto parecía un águila en vuelo.
8 Los cuatro vivientes, cada uno con seis alas (Ez 1,5-21; 10,14; Is 6,2-3), estaban tachonados de destellos por un lado y por otro. Día y noche cantan sin pausa:

-¡Santo, santo, santo es el Señor,
soberano de todo,
el que era y que es y que viene!

9 Y cada vez que los cuatro vivientes gritan:

-¡Gloria y honor y gracias
al que está sentado en el trono,
que vive por los siglos de los siglos!,

10 los veinticuatro ancianos se postran ante el que está sentado en el trono, para rendir homenaje al que vive por los siglos de los siglos, y arrojan sus coronas ante el trono diciendo:

- 11 Tú mereces, Señor y Dios nuestro,
recibir la gloria, el honor y la fuerza
por haber creado el universo:
por designio tuyo fue creado y existe.

5 1 En la diestra del que está sentado en el trono vi un rollo escrito por las dos caras y sellado con siete sellos.
2 Vi también un ángel vigoroso que pregonaba con voz potente: "¿Quién es capaz de soltar los sellos y abrir el rollo?"
3 Pero nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni bajo la tierra, podía abrir el rollo y ni siquiera examinarlo.
4 Lloraba yo mucho porque no había nadie que fuera capaz de abrir el rollo ni de examinarlo siquiera.
5 Entonces, uno de los ancianos me dijo: "No llores, ha vencido el león de la tribu de Judá, el retoño de David; él abrirá el rollo y sus siete sellos.
6 Entonces, entre el trono con los cuatro vivientes y el círculo de los ancianos vi un Cordero: estaba de pie, aunque parecía degollado; tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a la tierra entera.
7 Se acercó el Cordero y recibió el rollo de la diestra del que está sentado en el trono.
8 Cuando él recibió el rollo, los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero; tenía cada uno una cítara y cuencos de oro, que son las oraciones de los consagrados, llenos de aromas;
9 cantaban un cántico nuevo:

- Tú mereces recibir el rollo y soltar sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre adquiriste para Dios
hombres de toda raza y lengua,
pueblo y nación;
10 hiciste de ellos linaje real
y sacerdotes para nuestro Dios,
y serán reyes en la tierra.

11 En la visión oí la voz de multitud de ángeles que rodeaban el trono, a los vivientes y a los ancianos; eran miles de miles, millares de millares,
12 y aclamaban:
-¡El Cordero que fue degollado
merece todo poderío y riqueza,
saber y fuerza,
honor, gloria y alabanza!

13 Oí entonces que todas las criaturas del cielo, de la tierra, de bajo la tierra y del mar, todo lo que hay en ellos, respondían:

-¡Al que está sentado en el trono y al Cordero,
la alabanza, el honor,
la gloria y el poder
por los siglos de los siglos!

14 Los cuatro vivientes decían: "Amén", y los ancianos se postraron rindiendo homenaje.


EXPLICACIÓN.

4,1-5,14 En la visión anterior se había aparecido a Juan un solo personaje, "una figura humana" (1,13), Jesús. En esta segunda visión, va a entrar en lo interior del santuario, donde está Dios (1: una puerta abierta en el cielo). Es la voz de Jesús la que lo invita a entrar (cf. 1,10). Se produce un cambio de escena; la figura central, aunque no se le dé nombre ni se la describa en detalle, es Dios mismo (3). Para explicar su visión Juan utiliza elementos del antiguo templo de Jerusalén. En éste, el santuario interior había albergado en otro tiempo el arca de la alianza, que contenía las tablas de la Ley (Éx 25,10-22) y era el trono de Dios (Is 6,1; Ez 43,7); sobre ella estaban las dos estatuas de los querubines (Ëx 25,18-20; 1 Re 6,23-28).

Juan utiliza estos y otros elementos del antiguo templo para disponer su escenario. La habitación interior del santuario pasa a ser la sala celeste del trono, donde Dios está con su corte y desde donde ejerce su reinado. Las veinticuatro familias de sacerdotes que oficiaban en el templo (1 Cr 24,3-19) quedan sustituidas por veinticuatro ancianos (4); el candelabro de siete brazos, por siete lámparas, los siete espíritus de Dios (3). El gran receptáculo de agua, llamado "el mar de bronce", que se encontraba en el patio interior del templo de Salomón (1 Re 2,23-26), reaparece transformado en una especie de mar, transparente como cristal (6). Inspirándose en la visión de Ezequiel 1, los querubines del arca se convierten en cuatro seres vivos (6), cada uno con características propias (cf. Ez 1,5-21; 10,14) (7). Como los serafines de la visión de Isaías (Is 6,25), cantan alabanzas a Dios (8).

A Dios no se le nombra; Juan describe solamente su aspecto, comparado al de piedras preciosas (jaspe y granate) y la aureola de luz que lo circunda (un halo). Pero Dios no está aislado en su esplendor. Los veinticuatro ancianos (4) representan al pueblo de Dios, nuevo Israel (número doce), ampliado a la humanidad entera (veinticuatro) (cf. 5,9) y visto en su situación definitiva; el grupo simbólico de los veinticuatro ancianos integra a los cristianos que salgan vencedores de la prueba. Los atributos de los ancianos: tronos, vestiduras blancas, coronas, son los mismos que han sido prometidos a los cristianos. Tronos, este pueblo participa de la dignidad y soberanía de Dios (cf. 3,21; 1,6; "linaje real"); como pueblo sacerdotal (ibid.; "sacerdotes"), celebra una liturgia celeste (cf. 5,10) que rinde homenaje a Dios creador (11) y, a continuación, al Cordero salvador (5,9-14); vestiduras blancas, la gloria divina (cf. 3,4s); coronas de oro, la libertad y la realeza (cf. 3,11).

La tempestad que procede del trono simboliza la potencia de las intervenciones divinas en la historia (5). El mar de cristal transparente corresponde al firmamento que separa el mundo celeste del terrestre(6).

Los cuatro vivientes, vueltos hacia los cuatro puntos cardinales, expresan la múltiple acción de Dios, mediante su Espíritu, sobre la humanidad entera (cf. 6,1-7) y la reacción de la humanidad, con el Espíritu, a la iniciativa divina (5,13s). Destellos, en gr. ophthalmón, término que como en Ez 1,18, probablemente no designa "ojos", sino puntos de luz; id. en v.8. Los cuatro vivientes empiezan la alabanza (cf. Is 6,2), a la que van asociándose todas las criaturas (8-9). El gran motivo de alabanza es la creación realizada por Dios, el don de la existencia, expresión de su amor. La aclamación Tú mereces... la gloria, el honor y la fuerza parece incluir una oposición a los títulos imperiales: el único digno de ellos es el creador de la vida (11).

Un rollo (5,1), un documento oficial; en la cara exterior se escribía un resumen del contenido, para poder identificarlo sin necesidad de abrirlo. Este documento procede de Dios mismo (en su mano); contiene su designio salvador (cf. Ez 2,10). El designio está cerrado por siete sellos, significando el absoluto secreto en que se ha mantenido (cf. Rom 16,25; Ef 1,9; 3,5.9; Col 1,26), es decir, la inesperada novedad que Dios quería notificar a la humanidad. Va a ser la apertura de los sellos, no la lectura del contenido, la que desencadene una serie de catástrofes en la tierra. El contenido es el amor de Dios expresado en su proyecto para la humanidad, y es la actuación de ese proyecto la que provoca las conmociones.

Ante un tribunal, solamente una persona de calidad podía hacer saltar los sellos y abrir el documento. Un heraldo (un ángel vigoroso) invita a los presentes a abrir el rollo; impotencia universal (2-3). Desconsuelo de Juan; el ansia de la humanidad no puede realizarse (4). Anuncio esperanzador (5). Es Jesús el único digno de abrirlo. Se le describe como el león de la tribu de Judá, el retoñó de David (cf. Gn 49,9; Is 11,1.10), apelativos que se consideraban descripciones proféticas del Mesías y que exaltaban su fuerza guerrera.

Sin embargo, lo que ve Juan no es un león, sino un cordero, la víctima por excelencia, que lleva además las marcas de su muerte (6). El único capaz de proclamar y ejecutar el designio de amor de Dios es Jesús, cuyo amor ha llegado hasta dar la vida por los hombres. Contraste: el león, símbolo de la fuerza, no ha vencido por la violencia; el Cordero sugiere debilidad, la impotencia de Jesús conducido a la muerte (cf. Is 53,7); resucitado, victorioso (de pie), conserva las señales de su pasión, testigos de la inmutabilidad de su amor. Es el cordero pascual (cf. Éx 12,3-6), cuya sangre ha librado a la humanidad de la muerte.

El Cordero lleva los atributos convencionales de fuerza y conocimiento; los cuernos simbolizan la fuerza (cf. Dt 33,7; Zac 1,18; Dn 7,7-24); el número siete indica su totalidad. Siete ojos (cf. Zac 4,10b: "esas siete lámparas representan los ojos del Señor, que se pasean por toda la tierra"); la identificación de los ojos con los siete espíritus (cf. 1,14) indica la plenitud del Espíritu que se encuentran en Jesús. La unión de ambos atributos muestra que la fuerza del Cordero no se ejerce en el dominio, sino en la comunicación universal de la vida.

Dios entrega el rollo al Cordero, el único capaz de llevar a cabo el designio salvador (7). Homenaje al Cordero, iniciado por los cuatro vivientes y los ancianos (la nueva humanidad). Éstos, como salmistas, tienen cada uno una cítara, y, como sacerdotes, un cuenco cada uno lleno de aromas. Aparece un nuevo elemento, las oraciones de los consagrados, los hombres ungidos con el Espíritu (cf. Rom 1,7); las oraciones están simbolizadas por los cuencos (recipiente que espera ser llenado), los aromas los llenan: las oraciones son agradables a Dios (cf. 8,3; Sal 141,2) (8). pero el homenaje de los vivientes y de los ancianos se centra en el cántico nuevo (cf. Sal 96,1; 98,1; 149,1, etc), que exalta la nueva y extraordinaria obra realizada por Dios en favor de los hombres; la alabanza tradicional no es ya suficiente.

El coro aclama la elección hecha por Dios al confiar el rollo al Cordero (9); el motivo ya no es la creación, sino la dignidad que Jesús ha conferido a los hombres mediante la entrega de su vida. El texto del cántico expresa el contenido del designio divino, ya parcialmente realizado.

Adquirir para Dios (= v.8: "los consagrados"), comunicando el Espíritu/vida, que asimila a Dios haciendo participar de su ser; de toda raza, etc, universalidad, superando las diferencias religiosas y culturales; hiciste de ellos (10; cf. 1,6), explicación del "adquirir para Dios": participación de la realeza divina (linaje real, tronos), acceso a Dios (sacerdotes, cuencos), futuro de señorío y libertad en la tierra (serán reyes, coronas).

Sigue un segundo coro (11), el de los ángeles, los ejecutores de las órdenes divinas; su innumerable multitud subraya la majestad del que está sentado en el trono. Su cántico (12) aclama al Cordero con los mismos títulos de gloria que se aplican a Dios.

Se une finalmente el coro de la creación entera (13), que rinde los mismos honores a Dios y al Cordero. Respuesta (14): el Amén (palabra) de los cuatro vivientes y el homenaje (gesto) de los ancianos; unanimidad en atribuir a Jesús la condición divina.

Una vez expuesta la existencia de un designio divino sobre la humanidad e identificado su ejecutor, Jesús, va a comenzar la exposición de sus etapas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario