miércoles, 29 de septiembre de 2010

LOS DOS TESTIGOS. APOCALIPSIS. 11,1-14

11 1 Me dieron una caña como de una vara, diciéndome: "Ve a medir el santuario de Dios, el altar y el espacio para los que dan culto.
2 Prescinde del patio exterior que está fuera del santuario, no lo midas, pues se ha permitido a las naciones pisotear la ciudad santa cuarenta y dos meses;
3 pero haré que mis dos testigos profeticen vestidos de sayal mil doscientos sesenta días".
4 Ellos son los dos olivos y los dos candelabros que están en la presencia del Señor de la tierra.
5 Si alguno quiere hacerles daño, saldrá de su boca fuego que devorará a sus enemigos; así, el que intente hacerles daño morirá sin remedio.
6 Tienen poder para cerrar el cielo y que no llueva mientras dure su profecía; tienen también poder para transformar el agua en sangre y herir la tierra a voluntad con plagas de toda especie.
7 Cuando terminen sus testimonio, la fiera que sube del abismo les hará la guerra, los derrotará y los matará.
8 Sus cadáveres yacerán en la calle de la gran ciudad, llamada en lenguaje profético Sodoma o Egipto, donde también su Señor fue crucificado.
9 Durante tres días y medio, gente de todo pueblo y raza, de toda lengua y nación mirarán sus cadáveres y no permitirán que les den sepultura.
10 Los habitantes de la tierra se felicitarán por su muerte, harán fiesta y se cambiarán regalos, porque estos dos profetas eran un tormento para los habitantes de la tierra.
11 Al cabo de los tres días y medio un aliento de vida mandado por Dios entró en ellos y se pusieron e npie; el terror sobrecogió a todos los que lo veían.
12 Oyeron entonces una voz potente que les decía desde el cielo: "Subid aquí". Y subieron al cielo en una nube, a la vista de sus enemigos.
13 En aquel momento se produjo un gran terremoto y se desplomó la décima parte de la ciudad; murieron en el terremoto siete mil personas, y los demás, aterrorizados, dieron la razón al Dios del cielo.
14 El segundo ay ha pasado; el tercero va a llegar pronto.

EXPLICACIÓN.

En primer lugar señala Juan la misión histórica de la iglesia, simbolizada por los dos testigos: proclamar en el mundo el evangelio; el poder del mundo usa la violencia para sofocar su voz, pero inútilmente, pues ella completa su testimonio.

Tras la destrucción del templo de Salomón (586 a.C), el profeta Ezequiel tuvo una visión en la que un hombre tomaba las medidas del templo definitivo (Ez 40-42), donde habitaría la gloria de Dios y que estaría libre de la infidelidad que había profanado el antiguo (Ez 43). Juan recibe una misión semejante (1).

Para los cristianos, el santuario y el altar (1) habían pasado a ser metáforas; el nuevo santuario es la comunidad de los fieles, en la que habita el Espíritu de Dios (cf. 2 Cor 6,16; 1 Pe 2,5). Así lo indica el texto al poner a los fieles en paralelo con el santuario y el altar; literalmente: "Ve a medir el santuario de Dios y el altar y a los que dan culto en él".

En Jerusalén, el patio exterior del templo podía ser visitado por no judíos. En el nuevo santuario, la comunidad cristiana, la situación es distinta: no hay convivencia pacífica con los paganos: por un tiempo éstos seguirán siendo enemigos y perseguidores de la nueva comunidad. No hay patio exterior (2) donde cristianos y paganos puedan mezclarse sin conflicto.

La comunidad cristiana, la ciudad santa, está siendo pisoteada por los paganos,como lo había sido Jerusalén en tiempo de Isaías (63,18). Juan escribe durante un período de persecución; asegura que ésta no durará indefinidamente, sino cuarenta y dos meses (cf Dn 12,7, la de Antíoco Epífanes) = tres años y medio = mil doscientos setenta días, la mitad de siete años (siete = totalidad / plenitud), es decir, un tiempo mucho menos que suficiente para causar daños irreparables.

Aun a riesgo de sufrir persecución, la misión de la comunidad es dar un testimonio (3), para el que se requieren al menos dos testigos, y ese testimonio es profético. De ahí que la iglesia esté representada por dos figuras de profestas.

Para describir su condición se usan dos imágenes: dos olivos (cf. Zac 4,3.11-14: los dos ungidos, rey y sacerdote, atributos de los cristianos, cf. 1,6; 5,7) y dos candelabros o fuentes de luz, como las siete iglesias en la visión inicial del libro (cf. 1,12) (4). La fuerza de su mensaje es irresistible, los adversarios no pueden impedir su proclamación (5). Las dos figuras aparecen bajo los rasgos de los más celebres profetas del AT; ambas ostentan los atributos de Elías (fuego: 2 Re 1; Eclo 48,1-3; cerrar el cielo para impedir la lluvia: 1 Re 17) y de Moisés (transformar agua en sangre, plagas: Éx 7-12) (6).

El testimonio llega a suscitar la persecución sangrienta por parte del Estado, considerado como una potencia diabólica (7: la fiera que sube del abismo); el poder político les dará muerte, pero la sociedad habrá tenido mucho tiempo de captar el mensaje que proponían (cuando terminen su testimonio). Último ultraje, negarles la sepultura, como a gente rechazada por Dios (Sal 79,3; Jr 8,2; 16,4-7; 25,33; 2 Mac 5,10) (8). La ciudad que tal hace es la que en lenguaje profético (lit. "espiritualmente/inspiradamente") se llama Sodoma, la ciudad abominable destinada a la destrucción y Egipto, la tierra de opresión de donde saca el éxodo de Jesús. Jerusalén, que crucificó al Señor, se convierte en prototipo de ciudad maldita y opresora.

Se pensaba que la muerte esra definitiva pasados tres días; así, a los tres días y medio, creerán haber acabado para siempre con la denuncia que los atormentaba; de todo pueblo y raza: el mensaje evangélico pone en peligro la existencia de cualquier forma de opresión en el mundo (9). Alegría de los impíos que piensan haber cerrado la boca a Dios (10).

Pero la suerte de los testigos -como la de todo cristiano- es la misma de Jesús: el triunfo del mundo es sólo aparente (11). Llegará el día en que sean reivindicados públicamente, cuando será evidente que Dios estaba de su parte. Es decir, los adversarios podrán constatar que la persecución, en vez de ponerle fin, fortalece el movimiento suscitado por el mensaje (12).

La resurrección y exaltación de los dos testigos (11-12) se acompaña de una terrible calamidad, aunque limitada (13: la décima parte); la ciudad puede representar a la sociedad, cuya estructura se ve notablemente afectada; siete mil, una totalidad, ruina de un numeroso círculo o clase social. La calamidad hace comprender. Dieron la razón, lit. "dieron gloria", cf. Lc 23,47; Jn 9,24; Rom 4,20. La calamidad y sus resultados parecen ser un anuncio profético del efecto final del mensaje en la sociedad pagana, la desaparición de la injusticia y el cambio de valores, al fin de los "cuarenta y dos meses" de persecución.

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